jueves, 13 de marzo de 2014

El mito del solitario David contra Goliat

Me explicó un diseñador y publicista madrileño que allá por el 2008, cuando la crisis comenzó a golpear el empleo y él, junto con otros 100 compañeros fue despedido de la flamante agencia donde trabajaba, decidió iniciar su primera aventura empresarial.

En el céntrico barrio de Prosperidad, el abundante comercio comenzaba a asfixiarse. Hablamos de un barrio pequeño donde había afincados más de 1500 comercios. Atravesado por la popular calle López de Hoyos, todo el barrio era lo más parecido a un centro comercial, pero sin macro-centros comerciales cerca.

La idea era sencilla: entre todos los comercios que se sumaran, impulsar una publicación que sirviera para dos cosas: 1. de catálogo compartido y plataforma publicitaria de productos y servicios, y 2. de reclamo a los vecinos sobre la gran variedad y calidad de productos y servicios que podías encontrar sin salir de tu barrio.

Y argumentos no faltaban, ya que en dicho barrio había de todo y para todo el mundo. Era difícil pensar en un producto o servicio que no pudieras encontrar allí, a 5 o 10 minutos de tu casa. Además, el comercio del barrio eran nuestros vecinos y amigos, ofrecían cercanía y daban vida al barrio. Eran la luz y la seguridad en las calles en invierno, cuando anochecía pronto y nuestros hijos e hijas volvían a casa de sus actividades extra-escolares, creaban empleo, relación, solidaridad...

Y si bien el pequeño comercio no puede competir con las grandes maquinarias de publicidad de las corporaciones... ¡unidos si podían! Y podían reivindicarse como conjunto, y unidos podían colarse en los buzones de los vecinos, tal y como hacían las grandes marcas. Porque compartían calles y plazas como lo hacen otras tiendas en los centros comerciales. Y tenían argumentos: Ahorra gasolina, tiempo y dinero. Apoya a tus vecinos porque ellos te apoyan a ti.”

Así pues, la idea de este joven publicista era ofrecer los servicios que venía realizando para una gran multinacional, al comercio de barrio, y poner a su disposición su experiencia de los años anteriores. Y como el comercio de barrio no podía costear la infraestructura de un magazine mensual publicitario, pues había que unirse y crear un producto en común que nos beneficiara a todos.

Tras un año desplegando ingeniería publicitaria de alta calidad y bajo coste, el publicista madrileño tiró la toalla. “Seguramente he tomado algunas decisiones equivocadas, fruto de mi falta de experiencia empresarial”, me dijo.

Pero el verdadero problema del fracaso de este primer proyecto de mi amigo fue que los comerciantes nunca creyeron en la fuerza de la cooperación y los valores. Seguían pensando dentro de los antiguos paradigmas de la lucha y la desunión. No entendían que se debían cooperar unidos contra un competidor común, infinitamente más poderoso. Seguían pensando, erróneamente, que su competencia era el comercio de al lado, así lo entendían y así actuaban. Hoy, gran parte de esos negocios ya no existen. Me temo que David contra Goliat es una hermosa leyenda que suele acabar mal para los "Davids" mientras no aprendan a cooperar con sus iguales. 

1 comentarios:

  1. ¡Muy bueno Daniel!

    Me ha gustado por dos razones; la primera es sentimental, la Prospe es el barrio dónde me crié y viví hasta hace unos años; la segunda es que encaja perfectamente con todo lo que leo/reflexiono últimamente.

    Y es que cada vez veo más claro que uno de los grandes cambios que se avecinan (que ya están aquí) es el darnos cuenta de una vez que la "competencia" ya no existe, es un término obsoleto, muy de siglo XX. La nueva palabra es "colaboración / cooperación", y cuanto antes nos demos cuenta de ello mejor para todos.

    Un fuerte abrazo!

    Jordi

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