Cuaderno del Sherpa

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sábado, 23 de agosto de 2014

La injusticia no existe.

Creer en ella me llena de venganza y de odio.

¿Podemos esperar de un cocodrilo que se comporte como un perrito faldero? ¿Podemos esperar del fuego que no queme? ¿Podemos creer que el agua va a dejar de ser mojada?

Esperar que las cosas sean diferentes a como son es ignorar la ley de la causa y el efecto: mientras exista la causa previa, solamente podemos vivir el efecto que tenemos.

Pretender que la realidad es injusta porque no encaja con nuestros deseos es negarnos a comprender que el fuego, los cocodrilos y el agua son como son y producen los resultados que producen. Pensar que su acción o su existencia es una injusticia nos llena de odio y de venganza.... ¿Y acaso te parece buena idea vivir odiando?


Cocodrilos, mordiscos e ignorancia

Un hermoso y tranquilo río, transparente y tentador en el atardecer cálido de una tarde africana. La tentación refrescante y relajante de un chapuzón. La posibilidad, incluso, de inmortalizar el momento en unas fotografías que mostraremos a nuestro regreso a Madrid.

Lanzarnos al agua y sentir, junto a nuestra piel ignorante y despreocupada el contacto frío y casi inmóvil de un cocodrilo discretamente inadvertido hasta entonces. El terror inundándonos hasta el tuétano de los huesos. No solo miedo, sino verdadero terror.  El pavor a ser mordidos y atacados sacude nuestro cuerpo e intentamos salir del agua a toda velocidad. Deseamos no habernos metido nunca en ese río cristalino y, sobre todo, deseamos intensamente no recibir en nuestras carnes  ningún mordisco de cocodrilo, posiblemente mortal.

El cocodrilo sigue inmóvil. No muerde. No se mueve. No tiene hambre. Si hubiese tenido hambre nada de lo anterior hubiera sido narrado. Nuestra vida sería historia. Hubiéramos sido merienda de carne blanca para un cocodrilo africano. Fin del cuento.

La realidad es, siempre, fruto de unas causas. Si somos comidos es por el hambre del cocodrilo y por nuestra imprudencia. Si salvamos la vida es gracias a que, simplemente, no tenía hambre. ¿Pero podemos acusar al cocodrilo de ser un animal ruin, injusto, ladino y malvado por amenazar nuestra vida? ¿Tenemos el derecho a dispararle y matarlo, por justicia, una vez en la orilla? ¿O acaso tenemos que empezar a aceptar que en los hermosos ríos africanos los cocodrilos existen y que los mordiscos son inevitables si nosotros nos comportamos con ignorancia?

Creo que esta última posibilidad salta a la vista como la más cierta. Si un cocodrilo me muerde, él está siendo quien es y yo estoy siendo un ignorante por olvidar que son peligrosos. No puedo culpar a los cocodrilos de mi falta de prudencia. No puedo clamar al cielo exigiendo justicia habiendo sido ignorante, ni exigiendo que los cocodrilos actúen ahora como corderitos.


Humanos, cocodrilos e injusticias

Podemos entender lo anterior con facilidad porque hablamos de un animal, un ser inocente que no puede dejar de ser un hambriento y mortífero cocodrilo. Comprendemos fácilmente que culpar a un cocodrilo de ser "injusto" es una forma evidente de intentar disimular nuestra imprudencia y nuestra ignorancia. Entendemos con el ejemplo anterior y sin mucha dificultad que el cocodrilo no es malo, ni injusto, sino que simplemente es como puede ser.

Pero llevar el ejemplo anterior a las personas suele costarnos mucho más. Intentar comprender que las personas que ejercen violencia, que son crueles, que roban.... no están actuando de forma injusta es, muy a menudo, difícil de aceptar porque pensamos que una cosa son los animales inocentes y otra muy distinta, las personas.

Todavía puede costarnos más observar los dolores sociales: guerras, explotación, desigualdades... y pensar que no es algo injusto. ¡Nos hierve la sangre ante tanta injusticia!

Sin embargo, quiero que lo analicemos con cuidado. ¿Acaso ignoramos que, si un bebé no recibe los nutrientes alimenticios suficientes puede desarrollarse con importantes déficits que marcarán, de por vida, una fragilidad corporal que de otro modo no tendría? ¿Verdad que podemos entender que una persona adulta puede tener una salud delicada de por vida si, durante los períodos críticos de su infancia, no recibió los nutrientes suficientes y adecuados?

Lo mismo sucede cuando una persona, en su momento, no ha recibido suficiente apoyo, suficiente afecto, ni suficiente información: se puede volver una persona sin capacidad de empatía, agresiva, incapaz de amar... Las personas así existen. Las personas con un pozo interior sin fondo y llenas de dolor existen. Están ahí. Son fruto de un pasado que las convirtió en eso.

Es una muestra de ignorancia por nuestra parte pensar que todas las personas adultas han tenido  un pasado hermoso y nutritivo. Es una muestra grandiosa de ignorancia por nuestra parte pensar que todas las personas adultas tienen los suficientes recursos internos para olvidar las afrentas, las dificultades y sanar el pasado. Muchas personas heridas y dolidas circulan por las calles, toman el metro, trabajan con nosotros, son nuestros vecinos y vecinas.

Ignorarlo y culparlas por actuar desde donde lo hacen es tan absurdo como meterse en un río africano sin vigilar que no haya un cocodrilo cerca. Culpar al cocodrilo del mordisco será una forma de no aceptar mi responsabilidad: debo saber que no solamente hay cocodrilos en los ríos africanos, sino también en las calles de Madrid.


No te llenes de odio 

Si hemos comprendido lo anterior, veremos que llenarnos de odio ante el dolor, el robo, la violencia, las desigualdades... no lleva a resolverlas. Al contrario, nos llena interiormente de odio y nos impulsa a vengarnos. Naturalmente, cuando la venganza se instala en nuestra alma sentimos la llamada a ejercer un castigo, un dolor, una violencia contra quien nos hizo daño.... ¡y la espiral de violencia y desamor se hace inevitable!

Un conocido maestro espiritual dijo que pusiéramos la otra mejilla cuando alguien nos agrede. No quería decir que nos dejásemos pegar, sino que respondiésemos desde otro nivel de conciencia. Nos invitaba a comprender que no todas las personas saben lo que hacen, ni pueden saberlo, ni pueden actuar diferente. Nos invitaba a construir una realidad justa, que él llamaba reino de los cielos, sin agredir a nadie, sabiendo que cada persona llegará a entender la realidad cuando sea su momento, pero que no podemos culparlas de ser cocodrilos y de dar mordiscos por ello.

Nosotros no podemos cambiar a los demás. Sería prepotente pretender que podemos transformar a los demás cuando queramos. Sería un absurdo. Pero sí somos responsables de nosotros, de nuestro interior.

Pretender que el mundo está lleno de personas equilibradas, felices y conscientes es mentirnos, es ignorar la realidad de los adultos que todavía son cocodrilos. Culparlos por sus acciones y creer en la injusticia es una excusa para que yo les agreda, para que yo actúe como un cocodrilo. Es una forma de llenarme de odio y ser, yo mismo, otro cocodrilo y no poder alcanzar en mi interior la paz invulnerable que conlleva el reino de los cielos.

La injusticia no existe. Creer que existe la injusticia me llena de odio y me convierte en un vengador y en un motor que lleva a mi vida más odio y más dolor. ¿Quiero eso para mi vida? Comprender que la injusticia no existe y que solamente existe la ignorancia, me permite vivir desde un nivel de conciencia superior que me llena de una paz invulnerable. Repito, la injusticia no existe y yo no actúo en contra de nadie sino a favor de lo que promueve más armonía, más paz y más equilibrio. De este modo mi vida se llena de paz, de servicio y de felicidad.


Ejercicio práctico 

Cuando nos encontremos ante algo que nos parezca una injusticia os animo a realizaros las siguientes preguntas:

1.- ¿Acaso he olvidado que las personas que dañan a otras lo hacen porque están dañadas ellas mismas y no pueden actuar sino como cocodrilos? ¿Acaso he olvidado que los cocodrilos no solo están en los ríos africanos sino también por las calles de nuestras ciudades?

2.- ¿Qué puedo hacer para reducir el dolor sin incrementarlo dañando al cocodrilo y a los demás? ¿Cómo puedo actuar de forma que el dolor se reduzca y no genere más odio en mi entorno? ¿Cómo actuar sin ánimo de venganza?

3.- Si el cocodrilo está dispuesto a aprender, ¿puedo enseñarle a ver la vida de forma diferente para que pueda actuar de forma diferente?  En caso contrario, ¿puedo protegerme de él y, a la vez, aceptar que él no cambiará hasta que esté dispuesto a aprender y que debe sufrir las consecuencias de sus actos, pero que no me corresponde a mí dañarlo ni vengarme?

4.- ¿Puedo marchar deseándole lo mejor? ¿Puedo protegerme deseándole que descubra la empatía y el amor?

Respetar el proceso de evolución de cada personas es una muestra de amor y de conciencia elevada que solamente puede ser comprendida y llevada a término por quienes han entendido que la  injusticia no existe. Dejando de creer en la injusticia y haciendo lo que te toque hacer, el mundo se llenará de amor.

domingo, 17 de agosto de 2014

¿Qué es tener “Éxito” en el ámbito empresarial?


“Éxito” es una palabra vacía de contenido. Cuando hablamos de conceptos como “éxito empresarial”, “éxito en los negocios”, “éxito personal”… el significado de dichos conceptos depende de lo que para cada persona signifique esta palabra. Lo que para uno es un éxito, para otro puede ser un fracaso.

Como empresarios y empresarias, podríamos afirmar sin dudar que aspiramos al “éxito”. ¿Algún empresario podría no afirmarlo? ¿Alguna empresaria podría negarlo?
Pero si cualquier empresario o empresaria aspira al éxito con su empresa, de su negocio, primero de todo debemos preguntarnos: ¿Qué es el “éxito” para mí?

Cada uno tendrá sus propios objetivos, su propio concepto de lo que es el “éxito”. Si nos planteamos lo que queremos obtener, quizás estemos corriendo tras un concepto de éxito que no sea el nuestro, un concepto que, en realidad, no deseemos obtener. Por ello nos parece fundamental que cada persona clarifique lo que, para ella, significa el éxito.

Para nosotros, el concepto “éxito empresarial” implica varias cosas:

La primera es el éxito económico. Porque estamos hablando de empresas, de negocios, de autònomos que oferecen sus servicios.... y cualquier proyecto empresarial requiere necesariamente de resultados económicos positivos. De no ser así, o bien la empresa no tiene futuro, o bien es una asociación, una ONG o un hobby… pero no un negocio! Porque un negocio se caracteriza por proporcionar beneficios económicos que permitan a las personas que trabajan en ella una retribución justa a cambio de su tiempo y su esfuerzo.

La segunda es el hecho de poder sentirnos orgullosos.Volvemos a la retórica del “orgullo de ser empresarios y empresarias”. Esto es, darnos cuenta que nosotros estamos generando productos/servicios útiles, que las personas necesitan, que las personas valoran, que las personas quieren comprar, que las personas agradecen. Además, estamos generando trabajo, y en consecuencia bienestar. En definitiva, estamos aportando algo positivo al mundo. Sin nuestro trabajo el mundo sería un lugar peor, por lo tanto, nos orgullecemos de ser útiles al mundo.

La tercera es conseguir que el negocio “funcione solo” y tener tiempo para nuestra vida personal. Poder ausentarnos, poder descansar o atender otros asuntos u otros negocios, sabiendo que la empresa continúa funcionando en mi  ausencia. De esta manera, podremos tener una vida profesional, pero también una vida personal. Tener tiempo para nuestra vida personal es fundamental en nuestro concepto de éxito. Hay muchos empresarios que tienen un gran éxito económico, pero sin tiempo para poder disfrutarlo. En nuestro punto de vista, eso es un fracaso. Pero si vamos un poco más allá y lo pensamos bien: Un empresario que no puede ausentarse de su negocio… ¿Realmente tiene una empresa? ¿O solo tiene un puesto de trabajo proporcionado por él mismo y que le esclaviza?

Por lo tanto (y siempre bajo un punto de vista muy personal), cuando hablamos de éxito empresarial como mínimo nos estamos refiriendo a tres elementos claves:

1.- ingresos económicos suficientes,

2.- tiempo para disfrutar nuestra vida gracias a que nuestro negocio funciona de una forma relativamente autónoma y, además,

3.- el orgullo de saber que somos útiles y que estamos aportando muchas cosas positivas a la sociedad.

Esta es nuestra idea de “éxito empresarial”. ¿Cuál es la tuya?

Te animamos a detenerte un momento para reflexionar y poner por escrito tu definición de éxito (todo lo que no se escribe se tiende a olvidar). Así podrás dirigirte a tu concepto de éxito de forma consciente. ¿Qué entiendes tú por éxito?

Recuperando el orgullo de ser empresario/a


Una de las consecuencias de las dificultades económicas que atraviesa nuestro país, ha sido la estigmatización de los empresarios y las empresarias. Es sencillo entender el porqué, ya que en los medios de comunicación, se ha mencionado sistemáticamente a la “clase empresarial” para hablar de Emilio Botín, de Amancio Ortega, de Telefónica… y de sus reuniones con el Ministro, con el Presidente, con el Rey, con el Papa... También se habla de la CEOE como “los representantes de los empresarios”, lo cual ha hecho que el verdadero tejido empresarial de este país (las PYMES, que constituyen más del 99% de las empresas existentes*) quede impregnado de una imagen corrupta y sospechosa. 

Esta mala utilización del lenguaje, ha generalizado un concepto negativo sobre los empresarios y empresarias. Tener y/o dirigir una empresa se ha convertido a veces en algo de lo que avergonzarse y por lo que justificarse.

Pero bastan unos pocos datos para entender que la realidad del empresariado de este país es bien distinta, como mencionar que las PYMES generaron el 65% del empleo en España en 2013 ¡¡a pesar de haberles negado el crédito!!

Y lo cierto es que para las PYMES, esto es, para la amplia mayoría del empresariado de este país, las cosas no son tan fáciles como para este pequeño grupo de “elegidos” del IBEX35, la CEOE o de las corporaciones y multinacionales que operan en España. Las grandes empresas juegan en una liga distinta, en la que pueden fabricar en un país, llevar la contaminación a otro, tener la sede corporativa en un paraíso fiscal, etc. Las grandes empresas juegan en una liga distinta en la que ni jugamos, ni queremos jugar. Nosotros apostamos por defender el bien común y no solamente nuestro bien. ¡En esto nos diferenciamos de muchas grandes empresas profundamente!

¿De qué debemos avergonzarnos entonces? ¿Por qué justificarnos? ¿Por qué lo hacemos si nuestro juego es limpio y centrado en nuestro territorio más cercano? ¿Por que agachar la cabeza si apostamos por el bien común?

Como empresarios y empresarias debemos ser conscientes de que el papel que cumplimos en la sociedad es fundamental, y lo es por varios motivos:

1.- Creamos utilidad. Desde los productos y servicios más sencillos hasta los más complejos, toda actividad responde a una necesidad humana. Cada vez que una persona necesita una silla, una casa, comida, un clavo y un martillo, un abogado, un informático, una lavadora, un masajista, un préstamo, un libro, un hotel, enviar un paquete… y así un larguísimo etcétera, puede tenerlo porque alguien, una persona anónima en la mayoría de los casos, tuvo la visión y decidió comenzar a fabricar o a ofrecer ese producto o servicio que le resulta útil y necesario a las personas. Además, lo hacemos sin jugar con juegos sucios de financiaciones opacas, paraisos fiscales, ni los otros instrumentos que algunas grandes empresas sí tienen a su disposición. Ser útiles y de forma ética, ¿no es para sentirse orgullosos? Somos importantes porque somos útiles a la sociedad.

2.- Creamos riqueza y bienestar. Las estructuras empresariales crean riqueza y la distribuyen mediante el empleo, por lo tanto son responsables directas del bienestar y las condiciones de vida dignas de las personas. ¿No es para sentirse orgullosas? Gracias a nosotras, un grupo de personas obtiene empleo, formación, experiencia… e ingresos para llevar a cabo su proyecto de vida. Aunque las grandes empresas, por ejemplo, defiendan la necesidad de los sueldos bajos, nosotros sabemos que nuestros vecinos y vecinas deben tener salarios dignos para que puedan vivir con dignidad y puedan adquirir los servicios que les ofrecemos. O sea, también en este punto jugamos en otra liga que las grandes empresas que prefieren sueldos de miseria porque su viabilidad no está unida a la gente de ningún territorio concreto, algo muy diferente de nuestro caso: queremos el bien de nuestros vecinos y vecinas porque también contribuye a nuestro bien. Y, en este contexto, nosotros aportamos mucha riqueza y bienestar.

3.- Creamos beneficio social y progreso. Las PYMES, tal como decíamos, a diferencia de las grandes empresas y multinacionales, no nos podemos permitir crear dolor social de ninguna forma, pues nuestra estructura es pequeña y frágil, y probablemente nuestro negocio se convertiría en inviable si sufriéramos el rechazo de nuestros vecinos o clientes. Además, tenemos otra serie de características que nos hacen, por lo general, estructuras mucho más humanizadas que las grandes corporaciones: la proximidad a la gente de nuestro territorio es una de las más importantes. Y queremos seguir siendo así de sensatos y sensibles para con el bienestar ajeno. ¿No es para sentir orgullo?

Sí, nosotros pensamos que es para sentirse intensamente orgullosos y orgullosas. Y pensamos que en demasiadas ocasiones se nos trata injustamente, pues son muchos los falsos tópicos que se asocian a la actividad empresarial, bien por ignorancia, bien porque se nos asocia con las élites (esas de las que hemos hablado antes), o bien simplemente porque hablar es fácil y es gratis.

Pero además, también somos conscientes de que estamos hechos de una pasta especial, y que habitualmente nos enfrentamos a situaciones que nos aportan fortaleza y coraje. Así que no tendremos problema en levantarnos con energía cada mañana, pensando en seguir adelante con nuestra misión a pesar de las muchísimas dificultades. Y con la cabeza bien alta, porque estamos orgullosos de ser empresarios. Porque estamos orgullosas de ser empresarias.

¡Gracias por estar ahí! ¡Sois y somos imprescindibles!


* Fuente: Ministerio de Empleo y Seguridad Social y Comisión Europea
http://www.ipyme.org/Publicaciones/Retrato_PYME_2013.pdf

lunes, 4 de agosto de 2014

El mal, como tal, no existe. Existe la ignorancia

Estoy en el cine viendo una película: la clásica lucha entre el bien y el mal.

En ese momento me doy cuenta de que toda nuestra vida está basada en la falsa creencia de la existencia de un mal que lucha contra el bien.

Pero me doy cuenta que esta perspectiva equivocada nos lleva al dolor, al enfrentamiento y dañarnos a nosotros mismos y a los demás.

Pero, ¿por qué afirmo que es una visión errónea?, ¿cómo saber que el mal no existe? Y lo que es todavía más importante: entonces, ¿cuál es la realidad?, ¿qué es lo que realmente existe?


El mal que hago siempre busca un bien

La creencia que el mal existe y lucha contra el bien es una creencia muy arraigada en nuestra cultura. Sobre ella se construye nuestra visión del mundo. No solamente basamos en ella las novelas, las películas, las leyendas, los cuentos... sino también la visión de nuestra vida. Dividimos el mundo en buenos y malos, en los que nos hacen bien (los buenos) y los que nos dañan (los malos), en la ciudadanía (los buenos) y los viven de la política (los malos), en los que defienden las leyes (los buenos) y los que son terroristas (los malos)...

Toda nuestra vida queda marcada por esa idea. Hay unos malos muy malos que buscan el mal porque lo llevan en la sangre, porque es su ADN y debemos defendernos de ellos.

Lo tenemos tan interiorizado que podemos llamar mala a una niña de pocos meses porque no hace lo que nos parece adecuado. ¡¡Como no vamos a llamar malo a un violador reincidente que parece no tener escrúpulos en su conducta reiterativa!!

Pero esa visión socialmente construida es errónea y falsa.

Cuando hacemos un mal, aunque podemos ser conscientes de generar daño a otras personas, animales o cosas, no lo hacemos por el mal en sí, sino porque damos más importancia a nuestro bien, a nuestro placer, a nuestras ideas, a nuestros ideales que al daño que estamos infligiendo.

Cuando dañamos a otros, aunque no ignoremos que les dañamos, lo hacemos porque tenemos un motivo, algo que nos justifica.  Aunque robemos algo, aunque matemos a alguien, aunque hagamos trampa a hacienda no pidiendo la factura para ahorrarnos el iva, aunque pongamos los cuernos a nuestra pareja, aunque bombardeemos una ciudad, aunque no reciclemos el papel o el plástico, aunque compremos un producto muy barato tras el cual, sin duda, hay explotación laboral y contaminación ambiental... no lo hacemos por hacer mal, no lo hacemos por el mal en sí mismo, sino por el bien que buscamos. Siempre tenemos un motivo que nos parece justificativo.

No estoy afirmando que estas conductas no dañen. ¡Claro que dañan! Lo que afirmo es que el daño es una consecuencia no buscada, que lo que se busca es algo que se considera "bueno" partiendo de una visión miope y egoísta.


Los cocodrilos, aunque peligrosos, solo son cocodrilos

La idea que el "mal" como tal existe, nos ayuda a creernos en el lado de los "buenos" y con motivos justificados para ir contra los "malos". Esa creencia genera dolor, genera violencia y daña a la gente. Pero esa creencia no es la demostración de la existencia del mal, sino una muestra de nuestra ignorancia.

Los cocodrilos son peligrosos, pero solamente son cocodrilos. Si te llevas un cocodrilo a casa, no te extrañe que te pegue un bocado y te arranque la mano. No se trata de maldad, sino de la incapacidad del cocodrilo de ponerse en tu lugar y de tejer vínculos afectivos, de tener empatía, de reconducir el hambre hacia formas de comer que no dañen a los demás. Los cocodrilos son cocodrilos: tienen un cerebro reptiliano y todavía han de evolucionar para poder actuar diferente. No son el mal, les falta evolucionar, aprender. Son, de alguna manera, ignorantes. Son perfectos como cocodrilos, pero peligrosos. Dañan, pero no son el mal.

Con las personas pasa exactamente igual.  Cuando alguien pide una factura sin iva, aunque sepa que está perjudicando los servicios públicos, valora más su ahorro que el perjuicio que genera. No es malo, es cocodrilo. Cuando se inicia una guerra, se hace bajo la justificación de unos ideales o de evitar un peligro que parece mayor. No es por maldad, es por ser cocodrilo. Cuando no se recicla el papel o el plástico porque da pereza, tampoco es por maldad, sino por ser cocodrilitos. Cuando una persona mata a otra porque quiere su dinero o la viola porque desea vivir un placer que no obtendría de otra forma, también se deja llevar por su cocodrilo interior: valora más el dinero o el placer que la integridad de la otra persona.

Somos cocodrilos. Cada uno a nuestro nivel. Algunos somos cocodrilos muy peligrosos, otros menos. Pero todos somos cocodrilos incapaces de ponernos siempre y en todo momento en el lugar de los demás y actuar siempre con justicia. Naturalmente esto acaba dañando a gente.

Algunos dañamos más que otros, pero no somos diferentes en esencia, sino en grado. No se trata que unos sean buenos y otros malos, no se trata que el mal y el bien existan y estén encarnados en unos y no en otros. Sino que, simplemente, unos tenemos más o menos evolución y conocimiento que otros: todos somos cocodrilos, unos con algo más de sabiduría y otros con bastante menos.


Si falta sabiduría, ya sabemos qué debemos buscar 

Si hemos comprendido lo anterior, entenderemos que es absurdo luchar contra el mal. No puede lucharse contra algo que no existe sin complicar las cosas, siempre se acaba dañando a mucha más gente...

Los cocodrilos necesitamos ayuda para evolucionar. Como lo que nos falta es sabiduría está claro que es eso lo que debemos buscar: conocimientos para que ir evolucionando.

El mundo no se explica como una lucha entre el bien y el mal, sino como un ir obteniendo mayor sabiduría, ir aprendiendo y evolucionando. Cuanta más sabiduría se tiene, menos daño se hace a los demás y al planeta. Cuanta menor sabiduría, más daño nos generamos a nosotros mismos, a los demás y al planeta.

Por lo tanto, el daño del mundo se explica a partir de la ignorancia. Ese es el verdadero problema. La ignorancia está en la raíz del dolor, el daño y la infelicidad.

Resulta obvio, pues, entender que enseñar e intentar extender el conocimiento es el único antídoto posible. Es absurdo luchar contra el mal porque no existe. Solamente podemos intentar aumentar la sabiduría en el mundo y la transformación será inevitable.

Lo que debemos hacer las personas interesadas en la verdad, en la paz y en la humanidad es ayudar a incrementar el nivel de sabiduría en nuestra realidad. La consecuencia inmediata será la reducción del dolor, del daño y de la infelicidad.

¡Dejemos de creer y de luchar contra el mal! ¡Enriquezcamos el mundo con comprensión y sabiduría! ¡Actuemos desde el conocimiento y el mundo será diferente!



Ejercicio práctico

A menudo nos encontraremos ante situaciones que dañan a alguien o a algo: violencia verbal, simbólica, física, laboral, ideológica, legal...  ¿qué hacer? ¿cómo actuar para que nuestra acción sea útil al mundo y nos sea útil a nosotros y nosotras en nuestro crecimiento interior?

En esos casos, os propongo un ejercicio muy sencillo en solamente cuatro pasos:

1.- Ponte en el lugar de la persona o personas que generan ese daño. Intenta comprender de qué forma justifican su acción. No digo que les des la razón, digo que intentes entenderlas. Nadie actúa sin creer que tiene un motivo. Intenta entenderlo.

2.- Observa el daño que hacen y la justificación que se dan a sí mismas. ¿Qué necesitarían comprender para superar esta situación? ¿Qué necesitarían comprender para dejar de hacer ese daño? ¿Cómo podrías ayudarles con la información adecuada para que entendieran?

3.- Procura poner a su alcance la información que necesitan para evolucionar y dejar de actuar así. Lamentablemente no puedes obligarles a integrarla y solamente puedes ponerla a su alcance. Podemos llevar un caballo hasta la fuente, pero no podemos obligarlo a beber. Aceptar la libertad de los demás, especialmente si están equivocados, es una muestra de nuestra evolución. Usar la violencia para "salvarlos" sería ser igual que ellos.

4.- Protégete del daño que puedan hacerte, pero sin violencia, deseo de venganza o agresión. No tienen la culpa de ser cocodrilos, pero tú tampoco tienes porqué sufrir por ello. No te enzarces en ninguna lucha con ellos. Deja que los cocodrilos se peleen con los cocodrilos. Has hecho lo que debías. Deja que ellos recojan los frutos de su propia violencia, así podrán aprender: quien siembra vientos, recoge tempestades. Protégete de ellos y sigue poniendo información y sabiduría a su alcance.