Cuaderno del Sherpa

El Blog de Daniel Gabarró

Autoconocimiento

y Crecimiento Personal

Educación

e Innovación

Empresa,

Organizaciones y Valores

jueves, 4 de diciembre de 2014

Entrevista revista Verdemente

Comparto con vosotros una entrevista que ha publicado la revista madrileña VERDEMENTE. Se trata de una entrevista larga, pero que toca muchos temas. Espero que os resulte inspiradora.




ENTREVISTA con Daniel Gabarró, docente, psicopedagogo y asesor de empresas

“La felicidad es nuestra obligación”

- Entrevista: Mario Martínez -

Cómo comprender que la espiritualidad no distingue entre un gobierno, una empresa, un colegio o un grupo social? Es posible que primero debamos mirar si hemos hecho la tarea, si hemos colocado a la felicidad en el centro de nuestra vida, si hemos despertado. Sólo entonces cabría preguntarse si un cambio de paradigma en la sociedad sería viable. O si nos quedaremos siempre esperando que las cosas se resuelvan desde afuera hacia adentro.

Se llaman sherpas los miembros de algunas tribus de Nepal que viven en los Himalayas y que durante siglos han dedicado su esfuerzo y sus vidas a servir como guías de quien buscara un camino de ascensión a las montañas. A muchos de los que conocen a Daniel Gabarró les gusta llamarle con ese apelativo y a él no le disgusta, al punto de que se presenta a sí mismo como un “sherpa espiritual”, un guía cuya tarea es la de inspirar, acompañar y transformar, ya sea que se trate de una persona, una empresa o una organización social.
Mario Martínez: ¿Qué es la espiritualidad para ti?
Daniel Gabarró: Es la capacidad de darme cuenta de que formo parte de una unidad, y aportar a esa unidad, de forma consciente, mi felicidad y todas mis capacidades.
M.M.: ¿Y cómo la has desarrollado?
D.G.: Gracias a unos maestros que me han acompañado a lo largo de mi vida, y también gracias a muchos errores a los que estoy profundamente agradecido, y a un trabajo constante. La felicidad como la espiritualidad es una decisión, y por lo tanto haberla tomado forma parte del proceso.
M.M.: Es decir que la felicidad y la espiritualidad van juntas…
D.G.: Para mi van muy unidas, porque si Dios es amor, y Amor es una de las caras de la felicidad, significa que cuando estoy feliz, es porque SOY, porque me reconozco, porque florezco como lo que estoy llamado a ser, y en tanto que soy feliz puedo compartir mi felicidad.

M.M.: ¿Qué ocurre con quienes están en un camino espiritual pero no se sienten felices?
D.G.: Las personas que no son felices en este momento y creen que están en un camino espiritual, lo
primero que deberían preguntarse es si los errores que están viviendo ahora les están ayudando a ir hacia adelante, y por lo tanto no es algo negativo. Lo digo porque el dolor nos lleva a darnos cuenta de donde están los errores. ¿Estos errores me están ayudando? Y si la respuesta es que sí, pues adelante, es como aprender a multiplicar, me estoy equivocando pero cada vez multiplico mejor. 

La segunda pregunta que uno debería hacerse es: ¿esta infelicidad es transitoria, es decir, forma parte
de un aprendizaje? Porque hay algunas visiones de la espiritualidad, creo que bastante terroristas y erróneas, que nos dicen que este planeta, esta vida nuestra, es un valle de lágrimas. Y eso no es así, sino que es una oportunidad para descubrirnos.
La tarea de un sherpa
M.M.: ¿En qué consiste tu trabajo de inspirar, acompañar y transformar, tanto a personas como a organizaciones?
D.G.: Inspirar forma parte del trabajo para que la gente se dé cuenta de que la respuesta está siempre dentro y no fuera; acompañar, forma parte de la tarea para que las personas vivan este proceso de descubrirse, descubrir su verdad, su felicidad, como una cosa fácil, en la que no hay que tener miedo sino tener gozo, alegría, y el acompañamiento por alguien siempre ayuda mucho. Transformar significa tener la capacidad de ayudar a las personas a que den la vuelta a su vida como a un calcetín, a decir ¿cuál es el centro de mi vida? El centro de mi vida es la felicidad, el propósito de mi vida es que yo sea feliz, es el propósito de las personas, pero también de la economía, de las parejas, de la educación… ¿Cómo hemos podido olvidar eso? Para darme cuenta de que no es cierto que primero es la obligación y luego la devoción, sino que la devoción, la felicidad es nuestra obligación.
M.M.: ¿Y qué herramientas utilizas en ese trabajo?
D.G.: Básicamente las herramientas que utilizo son la auto-observación, la ternura y  el amor hacia uno mismo, y el darme cuenta de que igual que una bellota lleva dentro de ella un roble, también mi identidad, mi esencia lleva dentro de mí la persona completa que voy a llegar a ser, que estoy llamada a ser. Por lo tanto esas herramientas son la auto-observación, la conciencia, la presencia y sobre todo el Amor, que lo transforma todo. Pero aquí quiero llamar la atención porque, desde mi experiencia, el Amor no tiene que ver con los sentimientos sino con la decisión de querer el máximo bien para mí mismo.
M.M.: ¿A qué le llamas “estar consciente”?
D.G.: El tema de la conciencia para mí es básico. Porque ¿qué somos nosotros? Nosotros somos una conciencia, que se da cuenta de Ser, una conciencia que se da cuenta de ser capacidad de comprender, de ser capacidad de relacionarse, de sentir, de transformar el mundo. En ese sentido, solo desde el momento en que yo puedo darme cuenta de quién soy, es decir, a partir del momento en que puedo vivirme a mí mismo actuando de forma presente, en el aquí y el ahora, solo en esos momentos puedo decir que yo estoy vivo. Que yo estoy despierto. Que yo estoy presente. Mientras yo no estoy consciente, de hecho estoy “expulsado del paraíso”, estoy confundido con mi ego, con mi personaje, con mi programación, con el parásito, con el pecado original. Soy consciente cuando me doy cuenta de Ser y habito mi propia vida dándome el amor que necesito para despertar, sabiendo que soy perfecto puesto que soy creación a imagen y semejanza de la divinidad… Solo en ese momento aparece de nuevo el reino de Dios, yo vuelvo a estar en el paraíso, mi vida tiene sentido. ¿Por lo tanto la conciencia qué es? Es la llave, la que nos lleva de nuevo a nuestra esencia. Sin conciencia no puedo volver a nacer, no puedo volver otra vez al paraíso. Es darme cuenta de que soy Yo el que se da cuenta, ocupar mi atención, el estar aquí y ahora.
M.M.: Alguna vez has dicho que envejecer no necesariamente es madurar…
D.G.: Tiene que ver con el largo proceso del auto-conocimiento, que podría ser mucho más corto cuanto más intención pongamos. La felicidad es una decisión, el crecimiento es una decisión y la pregunta es si hemos decidido poner esta decisión en el centro de nuestra vida. A veces me doy cuenta de que hay mucha gente que no se ha puesto las pilas y que no ha puesto en el centro de su vida ni su felicidad ni su auto-conocimiento, que en realidad son dos cosas íntimamente relacionadas. Por lo tanto esas personas envejecen pero no aprenden. Es una pena, pero forma parte de la libertad humana y la respeto.
M.M.: ¿Cuál es la orientación para quienes aún no han tomado esa decisión?
D.G.: La orientación sería “deja de creer ciegamente”, no creas en nada, limítate a observar, limítate a comprobar, verifica lo que te cuentan. Encarna tú mismo todo lo que te dicen, de modo que no te quedes esperando ser salvado sino que tú te conviertas en aquello divino, en la experiencia de la divinidad misma expresándose en la vida. Es decir, si te encuentras a Buda por el camino, mátalo. No creas en Buda, no creas en Cristo, no creas en los demás, cree en lo que has verificado. Es la instrucción. Por eso el camino es la auto-observación, es el auto-conocimiento. Pero no hay que creer nada, creer nos aleja de la verdad. Ya hemos creído bastantes cosas, hay que empezar a experimentar en primera persona, y darse cuenta de que nuestra obligación es encarnar la divinidad en esta tierra y esto no es algo inalcanzable, sino algo posible aquí y ahora. La felicidad aquí y ahora es absolutamente posible, es más, es nuestro origen y por lo tanto es nuestro destino.
Espiritualidad, sociedad y política
M.M.: Cuando se habla de espiritualidad muchas veces se confunde con religión…
D.G.: Sí, es cierto. La religión es una forma determinada de intentar alcanzar lo trascendente. Pero en este momento histórico hay muchas personas que intentan alcanzar lo trascendente al margen de las religiones, y eso está bien. Yo creo que estamos en un momento en que podemos diferenciar los caminos históricos, que son excelentes, de los caminos personales que no necesariamente tienen que estar dentro de una religión, y también son excelentes. Yo animo a la gente a seguir religiones si la sienten dentro de su corazón, pero les animo a seguir a su propio corazón si eso es lo que sienten, siempre con una condición: que se comprometan, es decir, que lleguen hasta el fondo. Para llegar arriba de la montaña hay muchos caminos, la única obligación es coger uno y seguirlo hasta el final.
M.M.: ¿Y cómo se pueden diferenciar los buenos caminos espirituales, dentro la gran oferta espiritual con la que vivimos en esta época de New Age?
D.G.: Para mí hay una forma muy fácil de diferenciar: se trata de seguir las enseñanzas de personas que viven lo que explican, por un lado. Y personas que no te hagan dependiente de sus explicaciones, por otro. Yo con mis alumnos me niego a seguir enseñándoles más allá de un año. Una vez transcurrido, nos separamos; ellos ya tienen las herramientas y deben seguir buscando. Para mí esa es una demostración de respeto hacia la libertad, porque una de las cosas que más me preocupan son las personas que generan dependencia continuada a los demás porque no les dan herramientas. Y la segunda cosa terrible: personas que explican cosas que han leído pero que no viven. Huyamos de ambas.
M.M.: ¿En qué elemento confluye el trabajo que haces con una persona, una empresa o una organización?
D.G.: El punto de confluencia de personas, empresas y organizaciones es siempre la felicidad. ¿Qué está en el centro de las personas? La felicidad. En el de las empresas, la felicidad, es decir generar bienestar a través de la economía para que las personas seamos más felices. ¿Cuál es el objetivo central de las organizaciones?  La felicidad. Da igual que sea un ministerio: su objetivo es que las personas de un país sean felices. El objetivo de una empresa es que gracias a lo que produce, la gente sea feliz. Y el objetivo de las personas individuales es ser felices. No hay oposición entre empresas, personas y organizaciones, el centro es la felicidad. Yo me limito a esto, y hablo desde mi experiencia como sherpa espiritual, pero también como empresario, porque yo puedo explicar como tal cómo manejar organizaciones para que el objetivo sea la felicidad, y la consecuencia –que no el objetivo- sea la viabilidad económica.
M.M.: ¿O sea que es posible la espiritualidad en el mundo empresarial?
D.G.: Quiero decir que la espiritualidad es posible en todos y cada uno de los mundos. Y negar eso es no entender que la espiritualidad está siempre presente. Pensar que la divinidad va a estar sólo presente en un punto del mundo y no en el otro, es no entender que el mundo Es la divinidad.
M.M.: ¿Cómo se cambia entonces este paradigma social y empresarial donde lo que reina son los beneficios económicos “a pesar” de la felicidad de las personas?
D.G.: Yo creo que vamos muy bien, que estamos entendiendo que lo debemos cambiar. No reniego del dolor que estamos viviendo ahora. Es más, afirmo que sin este dolor no nos daríamos cuenta. Afirmo que ahora estamos mucho mejor que antes de la crisis. Que ahora nos damos cuenta de que es imprescindible poner en el centro la felicidad de las personas. Yo creo que estamos viviendo una crisis económica, una crisis política, una crisis de valores, porque en realidad lo que estamos haciendo es vivir un cambio del sistema. El dolor nos indica el camino, los errores nos ayudan. Tenemos que bendecirlos. ¿Y cómo se consigue ese cambio? Pues dándonos cuenta de que lo que estuvimos haciendo hasta ahora no nos lleva a ningún sitio de forma adecuada. Pero, por otra parte, al menos cuando yo hago cursos de “conciencia para empresas” hablamos de cómo el antiguo paradigma ya no funciona. Y a los que lo siguen, lo que les ocurre es que cada vez tienen resultados económicos peores. Por decirlo de alguna forma la economía está a favor de la nueva conciencia. Cuando cambias, la consecuencia es la riqueza, la abundancia. Si no cambias, la consecuencia es que sigues viviendo en la crisis.
M.M.: Se me hace difícil creer en un cambio de paradigma cuando veo cómo funcionan las grandes multinacionales y los gobiernos que ostentan el poder en el planeta
D.G.: Los cambios nunca van a ser colectivos. Los cambios siempre son individuales. Llegará un momento en que habrá suficientes cambios individuales y que el cambio se viva de forma colectiva. En este momento cuando hablamos de crisis, la crisis no existe. Hay algunas  personas que viven en crisis; hay algunas entidades que viven en crisis, pero hay muchas personas y muchas organizaciones que no viven en crisis. La pregunta es ¿por qué? Porque ya no viven en el mismo mundo que los demás. Aunque suene raro lo que estoy diciendo, en este mundo hay muchas realidades, no hay un mundo, hay muchos, pero todos están en este. En función de cómo tú estés viviendo, te corresponde una realidad o te corresponde otra, y esa ley de la correspondencia es infalible. Lo que ocurre es que mientras individualmente yo no haga el cambio me corresponde el otro mundo. Cuando individualmente hago el cambio, me uno a mucha gente que ya lo ha hecho, y ese cambio se convierte en colectivo. Pero tienes razón. El cambio es doloroso, y hay gente que se niega, hay gente que es clavo. ¿Y sabes lo que están pidiendo los clavos? Martillos.
M.M.: Se está produciendo en cambio a nivel social, traducido en nuevos emergentes políticos. Hay mucha bronca, se parece más a un cambio emocional que espiritual. ¿Cómo lo ves tú?
D.G.: Sí. Es cierto que tenemos en este momento unos cambios importantes a nivel social. Y creo que muchos de ellos van en la dirección adecuada. Sin embargo, para que fueran todavía en una dirección mucho más adecuada, más certeros, yo les daría un único consejo: que se basen en la ternura, en el Amor, en la no venganza, en querer apoyar en lugar de querer destruir. Es decir, no deberíamos mirar lo que no funciona sino empezar a decir lo que queremos que funcione. Debemos dejar de lado lo que es antiguo, para hacer crecer lo que es nuevo. A veces, en algunos grupos nuevos que están surgiendo ahora con mucha fuerza, hay un discurso de desprecio, de odio. Y yo creo que el desprecio y el odio forman parte de valores antiguos, y que para que estos grupos pudieran caminar con mucha más velocidad  deberían olvidar lo antiguo. Nada que se construya “en contra de algo” tendrá una vigencia larga en la historia. Lo que se construye a favor de las cosas, sí que lo tiene.
M.M.: ¿Algo más para terminar?
D.G.: Sí, una única cosa. No olvidemos nunca que la felicidad es posible aquí y ahora. Que el mensaje central de Buda era: “Ilumínate en esta vida”. Que el mensaje de Krishna era: “Alcanza en esta vida la liberación”. No olvidemos nunca que el mensaje de Cristo era: “el reino de los cielos ha llegado aquí y ahora. Convertíos”. Por lo tanto empecemos a mirar el trabajo interior como lo más fundamental de nuestra vida, sin esperar que suceda dentro de quinientos años o cuando nos muramos. Es ahora el momento de la iluminación.
Acerca de
Dice Daniel Gabarró Berbegal (Barcelona, 1964) que su oficio es inspirar, acompañar y transformar conscientemente a personas, empresas y organizaciones, y también aclara que algunas personas "me definen como Sherpa, ya que les muestro el camino y las acompaño durante el trayecto. En cualquier caso, camino al lado de las personas y organizaciones a las que ayudo".

Imparte cursos para personas interesadas en su crecimiento personal y despertar espiritual, en la línea de Antonio Blay y Anthony de Mello.

Profesionalmente, Daniel es empresario, escritor, conferenciante, formador, diplomado en dirección y organización de empresas, maestro, psicopedagogo, licenciado en humanidades, diplomado en dirección y organización de empresas, experto en PNL y ex profesor de la Universitat Ramon Llull y de la Universitat de Lleida.

Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación como "L'ofici de viure" de Catalunya Ràdio, que ofrece herramientas emocionales para la vida diaria.

Ha publicado un rico material sobre temas diversos, como espiritualidad y empresa, técnicas de estudio, didáctica, evolución moral, igualdad y masculinidad, fracaso escolar, entre otros.
Sus trabajos, cursos, vídeos y libros, pueden consultarse gratuitamente en cualquiera de estos sitios: www.danielgabarro.comwww.campusdanielgabarro.com, o en su página para empresas www.valoresempresariales.com.
Mario Martínez
Es Periodista y Redactor de VerdeMenteTeraperuta de Yoga Tailandés de el Centro Mandala de Madrid

jueves, 9 de octubre de 2014

El cuadrante del éxito en la empresa: cómo hacerse inmune a la crisis


El éxito empresarial aparece inevitablemente cuando se dominan, a la vez, cuatro áreas concretas. Es lo que hemos denominado “El cuadrante del éxito en la empresa”.

A continuación le explicamos y desarrollamos estas 4 áreas, no obstante, también le invitamos a recibir esta información de forma ampliada a través del vídeo-curso “El cuadrante del éxito en la empresa”, en la plataforma CAMPUSDANIELGABARRO.com, haciendo click aquí.

PRIMER CUADRANTE: Dominar el interior del negocio (todo aquello que enseñan las escuelas de negocios).

El primer cuadrante requiere que todas las piezas que conforman el interior del negocio funcionen bien, de forma automática, perfectamente prevista. Cuando el negocio puede funcionar sin su presencia entonces hemos dominado el primer cuadrante. Si el negocio necesita de su presencia para funcionar, entonces no tenemos un negocio sino que somos propietarios de nuestro puesto de trabajo, tenemos un autoempleo. Dominar el primer cuadrante evita este error y facilita que el negocie funcione perfectamente sin nuestra presencia física constante.

Este primer cuadrante requiere tener por escrito un plan de empresa totalmente práctico. A menudo perdemos el tiempo en planes de empresa tan teóricos que nos son inútiles en el día a día.

Necesitamos planes de empresa breves, concisos y útiles. Si no podemos recordar nuestro plan de empresa quiere decir que no es posible seguirlo, que solamente es algo teórico e inútil. Por lo tanto, necesitamos un plan de acción lo bastante claro, breve y concreto como para tenerlo siempre en mente. Solamente así no nos desviaremos nunca de nuestro objetivo. Esto es evidente, pero muchísimas empresas no lo cumplen.

Los tres ejes claves del primer cuadrante son:
1.- La misión y la visión que motiva la empresa y la hace útil a la sociedad.
2.- La buena gestión de los equipos de personas implicadas.
3.- La automatización del proceso para tener un negocio en lugar de un autoempleo.

SEGUNDO CUADRANTE: El conocimiento profundo de la sociedad, sus cambios y sus características actuales.
Cuando la sociedad cambia, los negocios deben adaptarse o fracasarán. Actualmente vivimos una época de cambios intensos y muy rápidos, de manera que este cuadrante tiene una importancia muy superior a la que tenía hace apenas un decenio.
Es imprescindible adaptarse a los cambios cuando se producen. Muchos negocios mueren porque no saben adaptarse a los cambios sociales, especialmente ahora que estamos inmersos en un momento convulso de gran transformación y a gran velocidad. No estamos viviendo una crisis económica, sino que estamos delante de una verdadera transformación del sistema productivo: una nueva sociedad está naciendo y hay que saber entenderla. 

TERCER CUADRANTE: El liderazgo consciente, íntimamente vinculado con el autoconocimiento porque, si yo no me conozco a mí mismo/ no podré liderarme y, por lo tanto, tampoco podré liderar ningún proyecto.

Este tercer cuadrante es fundamental y, sin embargo, las formas de dominarlo no se enseñan, de momento, en ninguna universidad, ni escuela de negocios de forma sistemática. Pero si queremos dominar el exterior necesitamos dominar nuestra mente. Existe una relación directa entre el autoconocimiento y el éxito externo porque, cuanto más me conozco y me domino, más puedo conocer y dominar el exterior. Mientras yo no me lidere, no podré liderar nada externo y mi negocio pagará las consecuencias. Por lo tanto, dominar este tercer cuadrante es fundamental. Podemos hacerlo conociendo la topología de mente y abordando un trabajo voluntario de autoconocimiento. 

CUARTO CUADRANTE: Las leyes naturales, entender que la realidad no es mágica y obedece a unas causas, para investigar el origen profundo de dichas causas y asegurarnos el éxito.
Toda la realidad -y las relaciones entre las personas forman parte de la realidad- obedece a leyes que, al margen que se conozcan o se ignoren, la afectan y conforman. Es imprescindible conocer y dominar las leyes naturales y, en especial, las que tienen relación con las leyes psicológicas grupales y las leyes de las interacciones humanas para ir a su favor, en lugar de ir en su contra. Si, en nuestra aventura mercantil, ignoramos estas leyes y las rompemos, pagaremos las consecuencias inevitablemente. Conocer las leyes naturales e ir a su favor puede ser la diferencia entre una experiencia exitosa y un fracaso rotundo.

Le invitamos a profundizar en estas cuatro áreas, pues estamos convencidos de que el dominio de las mismas encaminará a su empresa o empresas al éxito empresarial inevitable, la hará inmune a la crisis. Puede hacerlo en la plataforma CAMPUSDANIELGABARRO.com

martes, 7 de octubre de 2014

Avispas, felicidad y vida cotidiana

¿Cómo vivir con felicidad los dolores de la vida? ¿Cómo darme cuenta que cualquier evento de mi vida es una llamada al despertar? ¿Cómo optar por la felicidad cuando el cuerpo nos duele o cuando nos suceden contratiempos? ¿Cómo dejar de confundir la verdad con lo que ha ocurrido? 

Y la pregunta fundamental: ¿Cómo puede todo lo anterior llevarnos a vivir felizmente cada día?


Actuar con fuerza y sin forzar

Mi tarea es ayudar a las personas a vivir con mayor conciencia y, como consecuencia, ser felices. Por eso escribo este artículo: para ilustrar como la vida cotidiana es una oportunidad continua para ello: para incrementar la conciencia y la felicidad.

Estoy de vacaciones. Mi última tarde. Paseo por la riera de Cambrils acercándome a la playa para dar un paseo de un par de horas. Voy con mi marido y mis suegros. El sol de septiembre es hermoso y calienta con fuerza pero sin forzar (pienso que, quizás, debería aprender de él: actuar con fuerza y sin forzar...). Boira, nuestro perro, corretea feliz bastante ajena a su artritis crónica. Llevo la correa de Boira atada a mi cintura para dejar libres las manos.

De repente, siento un aguijón de avispa clavándose en mi abdomen. Duele. Arde. Una avispa ha quedado atrapada, en un gesto involuntario, entre la correa y mi barriga. Ha decidido picarme. Su aguijón se ha clavado, decidido, en mi carne. ¡¡Duele!! ¡Caramba cómo arde!

Veo como la avispa marcha, creo que también herida. Me saco el aguijón. Duele, pero dejarlo dentro es peor. Me agacho para ponerme barro. Bendigo la tormenta de ayer: hay un charco a menos de dos metros. Me siento feliz por la lluvia torrencial de ayer. Me unto la herida de barro fresco, mientras siento el dolor como si tuviera en la picada un corazón palpitante.


Cotidianidad y crecimiento interior

Y ahora llego el núcleo de lo que quería explicaros:

Aunque ignoro el motivo por el que me he hecho correspondiente para que una avispa me picara, decido que el este evento no va a quitarme ni una pizca de mi paz y mi felicidad. Decido que voy a usar este evento para seguir trabajando mi conciencia y mi paz.

Miro con ternura hacia donde la avispa ha marchado volando a trancas y barrancas y le deseo lo mejor. Imagino que morirá con prontitud (creo que les ocurre eso tras picar) y le deseo que, si es el caso, se reencarne felizmente en lo que sea.

Decido que este evento no va a quitarme ni una pizca de felicidad. Dirijo mi atención al dolor en mi barriga y recuerdo que existe una medicina que trabaja, precisamente, con abejas y avispas. Las hacen picar en sitios concretos para estimular los meridianos a similitud de la acupuntura. Así que sonrío y me digo: ¡a ver si este es el meridiano que tenía que estimularse hoy!

La felicidad es una decisión. Ante cualquier evento podemos decidir pensar cosas positivas o negativas. Ambas son ciertas para quien las piensa. Pero el resultado es totalmente distinto.

Pensar que la picada de una avispa es, además de dolorosa, muy mala suerte es una opción. Pensar que, aparte del dolor, es una oportunidad para bendecir a la abeja y al cuerpo que usamos, es otra opción. Ambas son objetivamente ciertas.

Sería absurdo pensar cosas falsas, pero ambas opciones son objetivamente ciertas. Yo opto por las que no me quitan la paz interior y me llenan de amor.

Mi decisión es mantener únicamente en mi interior pensamientos que me ayuden a ser feliz. No deseo engañarme, ¡sería absurdo! Pero me niego a pensar cosas que me hagan desgraciado. ¡Todavía sería más absurdo! ¡Además de vivir una picada, dedicarme a pensar cosas que me hagan desgraciado! ¡Menudo absurdo! Reitero que la felicidad es una decisión. Así que me sonrío y mando amor a mi herida y a la avispa.

Al llegar a casa tras el paseo, la picada es una pequeñísima marca roja que solamente duele si la toco o si realizo algún movimiento concreto. Me sonrío de nuevo y le agradezco a mi cuerpo su sabiduría. Me niego a pensar otras cosas que, aunque también posibles, me llenarían de dolor.


Sobre la verdad y los hechos

Creo que muy a menudo confundimos la narración de los hechos que nos ocurren: he tenido un accidente, he perdido una oportunidad de negocio en mi empresa... con la verdad. Los eventos no son la verdad. Los hechos no son la verdad. Solo es una narración de lo ocurrido.

La verdad es algo más profundo que se encuentra tras los hechos. La verdad es que una avispa te puede ayudar a amar el cuerpo que usas recordándote que no lo eres. La verdad es que una avispa puede ayudarte a comprender que todos los seres nacemos y morimos. La verdad es que una avispa puede ayudarte a recordar que el propósito de nuestra vida es ser felices y no perder la paz interior... Los hechos son solamente anécdotas que pueden ayudarte, o no, a vivir la verdad. Pero confundir los hechos, lo que ha ocurrido, con la verdad es tan erróneo como confundir la tinta de este artículo con lo que realmente explica.

No sé si la reflexión os habrá sido de ayuda. Ya veis: un artículo sobre algo sencillo, porque la vida es sencilla y nos anima a ser felices siempre y en toda ocasión. La espiritualidad y la felicidad no es algo que encontraremos en el futuro, sino algo que ya da sentido ahora a todos y cada uno de los momentos de nuestra vida.

Antes de terminar con este artículo os quiero proponer un breve ejercicio:

1.- Cuando te ocurra un hecho, recuerda que el hecho no es la verdad en sí. Recuerda que el hecho solamente es un evento. La verdad del hecho es el significado profundo del mismo, el aprendizaje del mismo.

2.- Si has tomado la decisión de ser feliz, puedes bendecir todos los eventos como una forma de recordarte lo importante de la vida.

3.- Intenta buscar el profundo aprendizaje que puedes obtener de lo que te está pasando, sea lo que sea: un accidente, un abandono, una muerte, una enfermedad, una crisis económica, una traición...
Pregúntate: ¿qué me enseña de realmente útil para incrementar mi felicidad y mi paz interior?

4.- Decide pensar lo que te llena de paz y de amor. Niégate a pensar lo que te llene de dolor.

5.- Sabrás que lo que piensas es la verdad, cuando sientas libertad, paz y amor dentro de ti. Entoces   sabrás que piensas de forma correcta y entenderás dos frases muy mal comprendidas del evangelio: "la verdad os hará libres" y "buscad el reino de Dios y el resto se os dará por añadidura". Porque la verdad no es el evento en sí, sino el aprendizaje que me libera del dolor y el sufrimiento y me da felicidad. Y porque, en la verdad se halla el reino de Dios (y no en un cielo prometido futuro, sino en el aquí y ahora) y al vivir así, la cotidianidad todo toma sentido.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Diferenciarse, una de las claves de la visibilidad


Por poner un ejemplo sencillo de lo que entendemos por “visibilidad”, les hablaré de Uruguay, un pequeño país latinoamericano de tan sólo 3 millones de habitantes.

Sí, son sólo 3 millones de habitantes, menos que la ciudad de Madrid (3,2 millones), menos de la mitad que Cataluña (7,5 millones), y tan sólo son el 6,3% de la población total de España. De hecho, son el 0,04% de la población mundial.

Y sin embargo, el espacio mediático que ha ocupado Uruguay en el último año ha sido muy superior al 0,04% que le correspondía. Sí, todos y todas hemos oído hablar mucho de Uruguay últimamente, ha estado muy presente en los principales medios, españoles e internacionales. Periodistas de todos los rincones del mundo hacen cola para visitar el país y entrevistarse con su presidente, pero…

¿Por qué tiene de repente tanta repercusión internacional? No es un paraíso fiscal, como Luxemburgo o Suiza. No es una potencia económica. Tampoco ha sufrido catástrofes recientes, como Malasia con sus aerolíneas. Su equipo no ha ganado el mundial de fútbol, ni están inmersos en un conflicto… ¿Qué justifica tanto interés del público?

Porque actúa diferente a todos los demás. De repente, personas de todo el mundo lo observan, algunos con simple curiosidad, muchos con afinidad, otros con desacuerdo, o con desconfianza, incredulidad… ¡pero el mundo les mira!

Independientemente de la afinidad o no que se sienta con las fórmulas de gestionar un país, lo cierto es que dichas fórmulas son potencialmente novedosas, no sólo en Latinoamérica, sino a nivel mundial. La capacidad de innovar (con muy pocos medios), los sitúa en el mapa con mucho más peso del que objetivamente tienen.

¿Y qué repercusión tiene todo esto en el país? Más turismo, más conexiones, más aliados, más inversiones, más negocios, más futuro.

¿Qué repercusión podría tener para nuestra empresa que el público pusiera el foco en nosotros y nosotras porque les produce sorpresa nuestros productos y/o servicios? ¿O la forma de ofrecerlos? ¿O nuestras políticas de empresa? ¿O nuestra forma de tratar a los clientes? ¿O simplemente un pequeño detalle significativo?

A veces, con muy poco, podemos conseguir que mucha gente hable de nuestros productos, servicios, locales… atrayendo así la atención del público. Diferenciarnos de forma meditada y explícita es fundamental para crecer y tener éxito.

¿En qué son ustedes realmente diferentes?

jueves, 25 de septiembre de 2014

¿Soy un buen líder? Las 13 claves para una gestión coherente


Hay mucha literatura en cuanto a liderazgo, jefes, jefas, equipos…

Pero más allá de tópicos y lugares comunes, nosotros queremos ofrecerte nuestro punto de vista sobre lo que debe y lo que no debe ser ni hacer un/a verdadero/a líder de un proyecto empresarial. Un líder que despierte la adhesión y el apoyo de su equipo de forma libre y voluntaria.  Estas 13 sencillas claves te ayudarán a conseguirlo y harán que tu empresa funcione todavía mejor.

1. Aborda los conflictos ya. No dejes que se alarguen y se enquisten. Las consecuencias de un conflicto alargado en el tiempo se agravan y dañan al proyecto. Esconder la cabeza bajo ala solo puede ser fuente de mayores problemas, ante los conflictos hay que coger el toro por los cuernos.

2. Ofrece autonomía y sistemas de trabajo a tus empleados. Es decir, ofrece libertad pero dentro de protocolos fiables de trabajo. Todo puede implementarse, pero la forma cómo se implementan las novedades debe estar regulada.

3. Consúltale a tus empleados. ¿Qué mejorarían ellos? ¿Cómo lo harían? No olvides que ellos/as conocen el día a día perfectamente. ¡Debes tenerlos en mente como los mejores asesores que tienes a mano!

4. Debes estar disponible para tus empleados cuando éstos quieran expresarte sus dudas, problemas, consultas, sugerencias…

5. No te relaciones desde los sentimientos, sino desde la misión. Esto es especialmente cierto para los sentimientos negativos: da igual que estés enfadado/a, con cansancio, incluso da igual que tengas razón en un conflicto: evita relacionarte desde la ira, el enfado, la censura... ¡Solo multiplicarás los conflictos! Al margen de lo que sientas por dentro, relaciónate desde lo que has decidido, desde la misión empresarial.

6. Asigna a cada carácter su perfil profesional y funciones idóneas. Así mejorarán considerablemente los rendimientos. ¡No obligues a una persona tímida a gestionar la labor comercial, ni obligues a una persona creativa y social a llevar únicamente la contabilidad!

7. Agradece lo que te gusta de alguien. Exprésalo.

8. Implica a los empleados en los procesos de selección. Aunque tengas la última palabra, pregúntales si les parece bien la persona con la que van a trabajar todos los días. ¡Necesitamos equipos cohesionados!

9. Seduce a tus empleados y a tus proveedores tanto como lo haces con tus clientes. Comunica la misión, el “porqué”, el “cómo” y las metas.

10. Celebra con ellos las metas u objetivos cumplidos. Las celebraciones cohesionan y motivan los equipos.


10. Incrementa el coeficiente emocional de tus empleados. Gestiona y estimula sus relaciones y su empatía. No dudes en facilitarles formación sobre inteligencia emocional si quieres, los beneficios serán grandes.

12. Los novatos necesitan mentores. Los mentores necesitan tiempo y reconocimiento de su función. Expresa este reconocimiento de forma explícita.

13. Enseña con el ejemplo. Motiva con tu acción: eres quien lidera el proyecto.
                         
Siguiendo y aplicando estos sencillos consejos (aunque no siempre fáciles de aplicar), nuestros equipos de trabajo se sentirán bien y se adherirán, de forma libre y voluntaria, a nuestra misión empresarial

lunes, 15 de septiembre de 2014

Encontrando la motivación necesaria


La mente es poderosa. Nos puede hacer saltar de la cama el lunes por la mañana pensando “tengo una misión, voy a por ella”, o nos puede hacer prácticamente imposible la misma tarea. La cantidad y calidad del descanso, la alimentación, el estilo de vida… influyen, pero lo más determinante es la actitud mental, la motivación o des-motivación.

El empresario y la empresaria deben tener energía, mucha energía. Sin energía, cualquier proyecto se convierte en una montaña imposible de escalar. Pero… ¿de dónde sacarla? ¿de dónde hacer salir toda la energía que necesitamos?

De nuestra mente, ahí encontraremos o no nuestra motivación.

Si le preguntáis a cualquier persona (empresarios o no) cuál es su motivación para levantarse por la mañana y cumplir con su misión, casi seguro que el 90 % de la gente responde “el dinero, el sueldo”. Incluso algunos/as afirman que aquellos que aseguran que no es el dinero su motivación (o al menos no la principal), mienten.

Es absolutamente legítimo que la motivación del trabajo sea el dinero, de hecho, es fundamental que el esfuerzo, el buen trabajo y la consecución de objetivos sean recompensados con éxito económico. Pero puede ser un arma de doble filo, puede ser un mal argumento para nosotros mismos.

Y es que cuando una motivación resulta tan cuantificable, tan exacta, tan matemática, nos volvemos esclavos de las cifras y de los resultados, y nuestra motivación sube y baja en función de algo tan frío (y variable) como los ingresos que entran en nuestra cuenta bancaria empresarial. Podemos enfrentarnos a impagos, a retrasos, a circunstancias ajenas al servicio o producto ofrecido, ajenas a nosotros y nosotras, y esto puede hacer mella en nuestra motivación.

Porque… ¿de qué sirve mi esfuerzo si no me lucro con él? ¿Qué obtengo?

Esto que os propongo a continuación, es un punto de vista muy personal. Una forma de encontrar la motivación necesaria mucho más efectiva que el dinero en sí mismo, y es la siguiente:

Mi motivación es saber que trabajo para obtener y ofrecer un producto o servicio de la máxima calidad posible, el mejor posible. Un producto o servicio tan bueno que mis clientes están realmente deseosos de comprarlo y desean pagarme con él y lo hacen con verdadero agradecimiento y lo recomiendan y hablan de él. Mi motivación es saber que ofrezco algo que es excelente, que beneficia a quienes lo adquieren, y que aquellos que lo adquieren sienten agradecimiento hacia mí.

Vale, pero… ¿y el dinero? El dinero es una consecuencia inevitable de cumplir bien con mi misión, con mi empresa y con mis clientes.

De esta forma, viendo el dinero como un “algo secundario”, como una consecuencia y no como un objetivo en sí mismo, y poniendo la misión de mi empresa en la primera línea de mis prioridades, no sólo encuentro mayor y mejor motivación, sino que también mejora la situación económica de la empresa, al mejorar el producto, el servicio y la aceptación del cliente.

He afirmado que lo anterior es, simplemente, un punto de vista muy personal. Pero os invito a experimentar lo que ocurre cuando lo llevéis a la práctica en vuestra empresa y a verificar sus resultados.

Proponeos mantener este enfoque durante unas pocas semanas y verificad lo que sucede. Veréis que vuestra motivación se multiplica, pero que también las ventas crecen y que el incremento del dinero es una consecuencia inevitable.
Verificadlo y dejaréis de trabajar por dinero, si alguna vez lo habéis hecho. Desde ese momento, esta opinión mía también será vuestra experiencia personal verificada, vuestro "punto de vista muy personal".

Probadlo y ya me contaréis....

sábado, 23 de agosto de 2014

La injusticia no existe.

Creer en ella me llena de venganza y de odio.

¿Podemos esperar de un cocodrilo que se comporte como un perrito faldero? ¿Podemos esperar del fuego que no queme? ¿Podemos creer que el agua va a dejar de ser mojada?

Esperar que las cosas sean diferentes a como son es ignorar la ley de la causa y el efecto: mientras exista la causa previa, solamente podemos vivir el efecto que tenemos.

Pretender que la realidad es injusta porque no encaja con nuestros deseos es negarnos a comprender que el fuego, los cocodrilos y el agua son como son y producen los resultados que producen. Pensar que su acción o su existencia es una injusticia nos llena de odio y de venganza.... ¿Y acaso te parece buena idea vivir odiando?


Cocodrilos, mordiscos e ignorancia

Un hermoso y tranquilo río, transparente y tentador en el atardecer cálido de una tarde africana. La tentación refrescante y relajante de un chapuzón. La posibilidad, incluso, de inmortalizar el momento en unas fotografías que mostraremos a nuestro regreso a Madrid.

Lanzarnos al agua y sentir, junto a nuestra piel ignorante y despreocupada el contacto frío y casi inmóvil de un cocodrilo discretamente inadvertido hasta entonces. El terror inundándonos hasta el tuétano de los huesos. No solo miedo, sino verdadero terror.  El pavor a ser mordidos y atacados sacude nuestro cuerpo e intentamos salir del agua a toda velocidad. Deseamos no habernos metido nunca en ese río cristalino y, sobre todo, deseamos intensamente no recibir en nuestras carnes  ningún mordisco de cocodrilo, posiblemente mortal.

El cocodrilo sigue inmóvil. No muerde. No se mueve. No tiene hambre. Si hubiese tenido hambre nada de lo anterior hubiera sido narrado. Nuestra vida sería historia. Hubiéramos sido merienda de carne blanca para un cocodrilo africano. Fin del cuento.

La realidad es, siempre, fruto de unas causas. Si somos comidos es por el hambre del cocodrilo y por nuestra imprudencia. Si salvamos la vida es gracias a que, simplemente, no tenía hambre. ¿Pero podemos acusar al cocodrilo de ser un animal ruin, injusto, ladino y malvado por amenazar nuestra vida? ¿Tenemos el derecho a dispararle y matarlo, por justicia, una vez en la orilla? ¿O acaso tenemos que empezar a aceptar que en los hermosos ríos africanos los cocodrilos existen y que los mordiscos son inevitables si nosotros nos comportamos con ignorancia?

Creo que esta última posibilidad salta a la vista como la más cierta. Si un cocodrilo me muerde, él está siendo quien es y yo estoy siendo un ignorante por olvidar que son peligrosos. No puedo culpar a los cocodrilos de mi falta de prudencia. No puedo clamar al cielo exigiendo justicia habiendo sido ignorante, ni exigiendo que los cocodrilos actúen ahora como corderitos.


Humanos, cocodrilos e injusticias

Podemos entender lo anterior con facilidad porque hablamos de un animal, un ser inocente que no puede dejar de ser un hambriento y mortífero cocodrilo. Comprendemos fácilmente que culpar a un cocodrilo de ser "injusto" es una forma evidente de intentar disimular nuestra imprudencia y nuestra ignorancia. Entendemos con el ejemplo anterior y sin mucha dificultad que el cocodrilo no es malo, ni injusto, sino que simplemente es como puede ser.

Pero llevar el ejemplo anterior a las personas suele costarnos mucho más. Intentar comprender que las personas que ejercen violencia, que son crueles, que roban.... no están actuando de forma injusta es, muy a menudo, difícil de aceptar porque pensamos que una cosa son los animales inocentes y otra muy distinta, las personas.

Todavía puede costarnos más observar los dolores sociales: guerras, explotación, desigualdades... y pensar que no es algo injusto. ¡Nos hierve la sangre ante tanta injusticia!

Sin embargo, quiero que lo analicemos con cuidado. ¿Acaso ignoramos que, si un bebé no recibe los nutrientes alimenticios suficientes puede desarrollarse con importantes déficits que marcarán, de por vida, una fragilidad corporal que de otro modo no tendría? ¿Verdad que podemos entender que una persona adulta puede tener una salud delicada de por vida si, durante los períodos críticos de su infancia, no recibió los nutrientes suficientes y adecuados?

Lo mismo sucede cuando una persona, en su momento, no ha recibido suficiente apoyo, suficiente afecto, ni suficiente información: se puede volver una persona sin capacidad de empatía, agresiva, incapaz de amar... Las personas así existen. Las personas con un pozo interior sin fondo y llenas de dolor existen. Están ahí. Son fruto de un pasado que las convirtió en eso.

Es una muestra de ignorancia por nuestra parte pensar que todas las personas adultas han tenido  un pasado hermoso y nutritivo. Es una muestra grandiosa de ignorancia por nuestra parte pensar que todas las personas adultas tienen los suficientes recursos internos para olvidar las afrentas, las dificultades y sanar el pasado. Muchas personas heridas y dolidas circulan por las calles, toman el metro, trabajan con nosotros, son nuestros vecinos y vecinas.

Ignorarlo y culparlas por actuar desde donde lo hacen es tan absurdo como meterse en un río africano sin vigilar que no haya un cocodrilo cerca. Culpar al cocodrilo del mordisco será una forma de no aceptar mi responsabilidad: debo saber que no solamente hay cocodrilos en los ríos africanos, sino también en las calles de Madrid.


No te llenes de odio 

Si hemos comprendido lo anterior, veremos que llenarnos de odio ante el dolor, el robo, la violencia, las desigualdades... no lleva a resolverlas. Al contrario, nos llena interiormente de odio y nos impulsa a vengarnos. Naturalmente, cuando la venganza se instala en nuestra alma sentimos la llamada a ejercer un castigo, un dolor, una violencia contra quien nos hizo daño.... ¡y la espiral de violencia y desamor se hace inevitable!

Un conocido maestro espiritual dijo que pusiéramos la otra mejilla cuando alguien nos agrede. No quería decir que nos dejásemos pegar, sino que respondiésemos desde otro nivel de conciencia. Nos invitaba a comprender que no todas las personas saben lo que hacen, ni pueden saberlo, ni pueden actuar diferente. Nos invitaba a construir una realidad justa, que él llamaba reino de los cielos, sin agredir a nadie, sabiendo que cada persona llegará a entender la realidad cuando sea su momento, pero que no podemos culparlas de ser cocodrilos y de dar mordiscos por ello.

Nosotros no podemos cambiar a los demás. Sería prepotente pretender que podemos transformar a los demás cuando queramos. Sería un absurdo. Pero sí somos responsables de nosotros, de nuestro interior.

Pretender que el mundo está lleno de personas equilibradas, felices y conscientes es mentirnos, es ignorar la realidad de los adultos que todavía son cocodrilos. Culparlos por sus acciones y creer en la injusticia es una excusa para que yo les agreda, para que yo actúe como un cocodrilo. Es una forma de llenarme de odio y ser, yo mismo, otro cocodrilo y no poder alcanzar en mi interior la paz invulnerable que conlleva el reino de los cielos.

La injusticia no existe. Creer que existe la injusticia me llena de odio y me convierte en un vengador y en un motor que lleva a mi vida más odio y más dolor. ¿Quiero eso para mi vida? Comprender que la injusticia no existe y que solamente existe la ignorancia, me permite vivir desde un nivel de conciencia superior que me llena de una paz invulnerable. Repito, la injusticia no existe y yo no actúo en contra de nadie sino a favor de lo que promueve más armonía, más paz y más equilibrio. De este modo mi vida se llena de paz, de servicio y de felicidad.


Ejercicio práctico 

Cuando nos encontremos ante algo que nos parezca una injusticia os animo a realizaros las siguientes preguntas:

1.- ¿Acaso he olvidado que las personas que dañan a otras lo hacen porque están dañadas ellas mismas y no pueden actuar sino como cocodrilos? ¿Acaso he olvidado que los cocodrilos no solo están en los ríos africanos sino también por las calles de nuestras ciudades?

2.- ¿Qué puedo hacer para reducir el dolor sin incrementarlo dañando al cocodrilo y a los demás? ¿Cómo puedo actuar de forma que el dolor se reduzca y no genere más odio en mi entorno? ¿Cómo actuar sin ánimo de venganza?

3.- Si el cocodrilo está dispuesto a aprender, ¿puedo enseñarle a ver la vida de forma diferente para que pueda actuar de forma diferente?  En caso contrario, ¿puedo protegerme de él y, a la vez, aceptar que él no cambiará hasta que esté dispuesto a aprender y que debe sufrir las consecuencias de sus actos, pero que no me corresponde a mí dañarlo ni vengarme?

4.- ¿Puedo marchar deseándole lo mejor? ¿Puedo protegerme deseándole que descubra la empatía y el amor?

Respetar el proceso de evolución de cada personas es una muestra de amor y de conciencia elevada que solamente puede ser comprendida y llevada a término por quienes han entendido que la  injusticia no existe. Dejando de creer en la injusticia y haciendo lo que te toque hacer, el mundo se llenará de amor.

domingo, 17 de agosto de 2014

¿Qué es tener “Éxito” en el ámbito empresarial?


“Éxito” es una palabra vacía de contenido. Cuando hablamos de conceptos como “éxito empresarial”, “éxito en los negocios”, “éxito personal”… el significado de dichos conceptos depende de lo que para cada persona signifique esta palabra. Lo que para uno es un éxito, para otro puede ser un fracaso.

Como empresarios y empresarias, podríamos afirmar sin dudar que aspiramos al “éxito”. ¿Algún empresario podría no afirmarlo? ¿Alguna empresaria podría negarlo?
Pero si cualquier empresario o empresaria aspira al éxito con su empresa, de su negocio, primero de todo debemos preguntarnos: ¿Qué es el “éxito” para mí?

Cada uno tendrá sus propios objetivos, su propio concepto de lo que es el “éxito”. Si nos planteamos lo que queremos obtener, quizás estemos corriendo tras un concepto de éxito que no sea el nuestro, un concepto que, en realidad, no deseemos obtener. Por ello nos parece fundamental que cada persona clarifique lo que, para ella, significa el éxito.

Para nosotros, el concepto “éxito empresarial” implica varias cosas:

La primera es el éxito económico. Porque estamos hablando de empresas, de negocios, de autònomos que oferecen sus servicios.... y cualquier proyecto empresarial requiere necesariamente de resultados económicos positivos. De no ser así, o bien la empresa no tiene futuro, o bien es una asociación, una ONG o un hobby… pero no un negocio! Porque un negocio se caracteriza por proporcionar beneficios económicos que permitan a las personas que trabajan en ella una retribución justa a cambio de su tiempo y su esfuerzo.

La segunda es el hecho de poder sentirnos orgullosos.Volvemos a la retórica del “orgullo de ser empresarios y empresarias”. Esto es, darnos cuenta que nosotros estamos generando productos/servicios útiles, que las personas necesitan, que las personas valoran, que las personas quieren comprar, que las personas agradecen. Además, estamos generando trabajo, y en consecuencia bienestar. En definitiva, estamos aportando algo positivo al mundo. Sin nuestro trabajo el mundo sería un lugar peor, por lo tanto, nos orgullecemos de ser útiles al mundo.

La tercera es conseguir que el negocio “funcione solo” y tener tiempo para nuestra vida personal. Poder ausentarnos, poder descansar o atender otros asuntos u otros negocios, sabiendo que la empresa continúa funcionando en mi  ausencia. De esta manera, podremos tener una vida profesional, pero también una vida personal. Tener tiempo para nuestra vida personal es fundamental en nuestro concepto de éxito. Hay muchos empresarios que tienen un gran éxito económico, pero sin tiempo para poder disfrutarlo. En nuestro punto de vista, eso es un fracaso. Pero si vamos un poco más allá y lo pensamos bien: Un empresario que no puede ausentarse de su negocio… ¿Realmente tiene una empresa? ¿O solo tiene un puesto de trabajo proporcionado por él mismo y que le esclaviza?

Por lo tanto (y siempre bajo un punto de vista muy personal), cuando hablamos de éxito empresarial como mínimo nos estamos refiriendo a tres elementos claves:

1.- ingresos económicos suficientes,

2.- tiempo para disfrutar nuestra vida gracias a que nuestro negocio funciona de una forma relativamente autónoma y, además,

3.- el orgullo de saber que somos útiles y que estamos aportando muchas cosas positivas a la sociedad.

Esta es nuestra idea de “éxito empresarial”. ¿Cuál es la tuya?

Te animamos a detenerte un momento para reflexionar y poner por escrito tu definición de éxito (todo lo que no se escribe se tiende a olvidar). Así podrás dirigirte a tu concepto de éxito de forma consciente. ¿Qué entiendes tú por éxito?

Recuperando el orgullo de ser empresario/a


Una de las consecuencias de las dificultades económicas que atraviesa nuestro país, ha sido la estigmatización de los empresarios y las empresarias. Es sencillo entender el porqué, ya que en los medios de comunicación, se ha mencionado sistemáticamente a la “clase empresarial” para hablar de Emilio Botín, de Amancio Ortega, de Telefónica… y de sus reuniones con el Ministro, con el Presidente, con el Rey, con el Papa... También se habla de la CEOE como “los representantes de los empresarios”, lo cual ha hecho que el verdadero tejido empresarial de este país (las PYMES, que constituyen más del 99% de las empresas existentes*) quede impregnado de una imagen corrupta y sospechosa. 

Esta mala utilización del lenguaje, ha generalizado un concepto negativo sobre los empresarios y empresarias. Tener y/o dirigir una empresa se ha convertido a veces en algo de lo que avergonzarse y por lo que justificarse.

Pero bastan unos pocos datos para entender que la realidad del empresariado de este país es bien distinta, como mencionar que las PYMES generaron el 65% del empleo en España en 2013 ¡¡a pesar de haberles negado el crédito!!

Y lo cierto es que para las PYMES, esto es, para la amplia mayoría del empresariado de este país, las cosas no son tan fáciles como para este pequeño grupo de “elegidos” del IBEX35, la CEOE o de las corporaciones y multinacionales que operan en España. Las grandes empresas juegan en una liga distinta, en la que pueden fabricar en un país, llevar la contaminación a otro, tener la sede corporativa en un paraíso fiscal, etc. Las grandes empresas juegan en una liga distinta en la que ni jugamos, ni queremos jugar. Nosotros apostamos por defender el bien común y no solamente nuestro bien. ¡En esto nos diferenciamos de muchas grandes empresas profundamente!

¿De qué debemos avergonzarnos entonces? ¿Por qué justificarnos? ¿Por qué lo hacemos si nuestro juego es limpio y centrado en nuestro territorio más cercano? ¿Por que agachar la cabeza si apostamos por el bien común?

Como empresarios y empresarias debemos ser conscientes de que el papel que cumplimos en la sociedad es fundamental, y lo es por varios motivos:

1.- Creamos utilidad. Desde los productos y servicios más sencillos hasta los más complejos, toda actividad responde a una necesidad humana. Cada vez que una persona necesita una silla, una casa, comida, un clavo y un martillo, un abogado, un informático, una lavadora, un masajista, un préstamo, un libro, un hotel, enviar un paquete… y así un larguísimo etcétera, puede tenerlo porque alguien, una persona anónima en la mayoría de los casos, tuvo la visión y decidió comenzar a fabricar o a ofrecer ese producto o servicio que le resulta útil y necesario a las personas. Además, lo hacemos sin jugar con juegos sucios de financiaciones opacas, paraisos fiscales, ni los otros instrumentos que algunas grandes empresas sí tienen a su disposición. Ser útiles y de forma ética, ¿no es para sentirse orgullosos? Somos importantes porque somos útiles a la sociedad.

2.- Creamos riqueza y bienestar. Las estructuras empresariales crean riqueza y la distribuyen mediante el empleo, por lo tanto son responsables directas del bienestar y las condiciones de vida dignas de las personas. ¿No es para sentirse orgullosas? Gracias a nosotras, un grupo de personas obtiene empleo, formación, experiencia… e ingresos para llevar a cabo su proyecto de vida. Aunque las grandes empresas, por ejemplo, defiendan la necesidad de los sueldos bajos, nosotros sabemos que nuestros vecinos y vecinas deben tener salarios dignos para que puedan vivir con dignidad y puedan adquirir los servicios que les ofrecemos. O sea, también en este punto jugamos en otra liga que las grandes empresas que prefieren sueldos de miseria porque su viabilidad no está unida a la gente de ningún territorio concreto, algo muy diferente de nuestro caso: queremos el bien de nuestros vecinos y vecinas porque también contribuye a nuestro bien. Y, en este contexto, nosotros aportamos mucha riqueza y bienestar.

3.- Creamos beneficio social y progreso. Las PYMES, tal como decíamos, a diferencia de las grandes empresas y multinacionales, no nos podemos permitir crear dolor social de ninguna forma, pues nuestra estructura es pequeña y frágil, y probablemente nuestro negocio se convertiría en inviable si sufriéramos el rechazo de nuestros vecinos o clientes. Además, tenemos otra serie de características que nos hacen, por lo general, estructuras mucho más humanizadas que las grandes corporaciones: la proximidad a la gente de nuestro territorio es una de las más importantes. Y queremos seguir siendo así de sensatos y sensibles para con el bienestar ajeno. ¿No es para sentir orgullo?

Sí, nosotros pensamos que es para sentirse intensamente orgullosos y orgullosas. Y pensamos que en demasiadas ocasiones se nos trata injustamente, pues son muchos los falsos tópicos que se asocian a la actividad empresarial, bien por ignorancia, bien porque se nos asocia con las élites (esas de las que hemos hablado antes), o bien simplemente porque hablar es fácil y es gratis.

Pero además, también somos conscientes de que estamos hechos de una pasta especial, y que habitualmente nos enfrentamos a situaciones que nos aportan fortaleza y coraje. Así que no tendremos problema en levantarnos con energía cada mañana, pensando en seguir adelante con nuestra misión a pesar de las muchísimas dificultades. Y con la cabeza bien alta, porque estamos orgullosos de ser empresarios. Porque estamos orgullosas de ser empresarias.

¡Gracias por estar ahí! ¡Sois y somos imprescindibles!


* Fuente: Ministerio de Empleo y Seguridad Social y Comisión Europea
http://www.ipyme.org/Publicaciones/Retrato_PYME_2013.pdf

lunes, 4 de agosto de 2014

El mal, como tal, no existe. Existe la ignorancia

Estoy en el cine viendo una película: la clásica lucha entre el bien y el mal.

En ese momento me doy cuenta de que toda nuestra vida está basada en la falsa creencia de la existencia de un mal que lucha contra el bien.

Pero me doy cuenta que esta perspectiva equivocada nos lleva al dolor, al enfrentamiento y dañarnos a nosotros mismos y a los demás.

Pero, ¿por qué afirmo que es una visión errónea?, ¿cómo saber que el mal no existe? Y lo que es todavía más importante: entonces, ¿cuál es la realidad?, ¿qué es lo que realmente existe?


El mal que hago siempre busca un bien

La creencia que el mal existe y lucha contra el bien es una creencia muy arraigada en nuestra cultura. Sobre ella se construye nuestra visión del mundo. No solamente basamos en ella las novelas, las películas, las leyendas, los cuentos... sino también la visión de nuestra vida. Dividimos el mundo en buenos y malos, en los que nos hacen bien (los buenos) y los que nos dañan (los malos), en la ciudadanía (los buenos) y los viven de la política (los malos), en los que defienden las leyes (los buenos) y los que son terroristas (los malos)...

Toda nuestra vida queda marcada por esa idea. Hay unos malos muy malos que buscan el mal porque lo llevan en la sangre, porque es su ADN y debemos defendernos de ellos.

Lo tenemos tan interiorizado que podemos llamar mala a una niña de pocos meses porque no hace lo que nos parece adecuado. ¡¡Como no vamos a llamar malo a un violador reincidente que parece no tener escrúpulos en su conducta reiterativa!!

Pero esa visión socialmente construida es errónea y falsa.

Cuando hacemos un mal, aunque podemos ser conscientes de generar daño a otras personas, animales o cosas, no lo hacemos por el mal en sí, sino porque damos más importancia a nuestro bien, a nuestro placer, a nuestras ideas, a nuestros ideales que al daño que estamos infligiendo.

Cuando dañamos a otros, aunque no ignoremos que les dañamos, lo hacemos porque tenemos un motivo, algo que nos justifica.  Aunque robemos algo, aunque matemos a alguien, aunque hagamos trampa a hacienda no pidiendo la factura para ahorrarnos el iva, aunque pongamos los cuernos a nuestra pareja, aunque bombardeemos una ciudad, aunque no reciclemos el papel o el plástico, aunque compremos un producto muy barato tras el cual, sin duda, hay explotación laboral y contaminación ambiental... no lo hacemos por hacer mal, no lo hacemos por el mal en sí mismo, sino por el bien que buscamos. Siempre tenemos un motivo que nos parece justificativo.

No estoy afirmando que estas conductas no dañen. ¡Claro que dañan! Lo que afirmo es que el daño es una consecuencia no buscada, que lo que se busca es algo que se considera "bueno" partiendo de una visión miope y egoísta.


Los cocodrilos, aunque peligrosos, solo son cocodrilos

La idea que el "mal" como tal existe, nos ayuda a creernos en el lado de los "buenos" y con motivos justificados para ir contra los "malos". Esa creencia genera dolor, genera violencia y daña a la gente. Pero esa creencia no es la demostración de la existencia del mal, sino una muestra de nuestra ignorancia.

Los cocodrilos son peligrosos, pero solamente son cocodrilos. Si te llevas un cocodrilo a casa, no te extrañe que te pegue un bocado y te arranque la mano. No se trata de maldad, sino de la incapacidad del cocodrilo de ponerse en tu lugar y de tejer vínculos afectivos, de tener empatía, de reconducir el hambre hacia formas de comer que no dañen a los demás. Los cocodrilos son cocodrilos: tienen un cerebro reptiliano y todavía han de evolucionar para poder actuar diferente. No son el mal, les falta evolucionar, aprender. Son, de alguna manera, ignorantes. Son perfectos como cocodrilos, pero peligrosos. Dañan, pero no son el mal.

Con las personas pasa exactamente igual.  Cuando alguien pide una factura sin iva, aunque sepa que está perjudicando los servicios públicos, valora más su ahorro que el perjuicio que genera. No es malo, es cocodrilo. Cuando se inicia una guerra, se hace bajo la justificación de unos ideales o de evitar un peligro que parece mayor. No es por maldad, es por ser cocodrilo. Cuando no se recicla el papel o el plástico porque da pereza, tampoco es por maldad, sino por ser cocodrilitos. Cuando una persona mata a otra porque quiere su dinero o la viola porque desea vivir un placer que no obtendría de otra forma, también se deja llevar por su cocodrilo interior: valora más el dinero o el placer que la integridad de la otra persona.

Somos cocodrilos. Cada uno a nuestro nivel. Algunos somos cocodrilos muy peligrosos, otros menos. Pero todos somos cocodrilos incapaces de ponernos siempre y en todo momento en el lugar de los demás y actuar siempre con justicia. Naturalmente esto acaba dañando a gente.

Algunos dañamos más que otros, pero no somos diferentes en esencia, sino en grado. No se trata que unos sean buenos y otros malos, no se trata que el mal y el bien existan y estén encarnados en unos y no en otros. Sino que, simplemente, unos tenemos más o menos evolución y conocimiento que otros: todos somos cocodrilos, unos con algo más de sabiduría y otros con bastante menos.


Si falta sabiduría, ya sabemos qué debemos buscar 

Si hemos comprendido lo anterior, entenderemos que es absurdo luchar contra el mal. No puede lucharse contra algo que no existe sin complicar las cosas, siempre se acaba dañando a mucha más gente...

Los cocodrilos necesitamos ayuda para evolucionar. Como lo que nos falta es sabiduría está claro que es eso lo que debemos buscar: conocimientos para que ir evolucionando.

El mundo no se explica como una lucha entre el bien y el mal, sino como un ir obteniendo mayor sabiduría, ir aprendiendo y evolucionando. Cuanta más sabiduría se tiene, menos daño se hace a los demás y al planeta. Cuanta menor sabiduría, más daño nos generamos a nosotros mismos, a los demás y al planeta.

Por lo tanto, el daño del mundo se explica a partir de la ignorancia. Ese es el verdadero problema. La ignorancia está en la raíz del dolor, el daño y la infelicidad.

Resulta obvio, pues, entender que enseñar e intentar extender el conocimiento es el único antídoto posible. Es absurdo luchar contra el mal porque no existe. Solamente podemos intentar aumentar la sabiduría en el mundo y la transformación será inevitable.

Lo que debemos hacer las personas interesadas en la verdad, en la paz y en la humanidad es ayudar a incrementar el nivel de sabiduría en nuestra realidad. La consecuencia inmediata será la reducción del dolor, del daño y de la infelicidad.

¡Dejemos de creer y de luchar contra el mal! ¡Enriquezcamos el mundo con comprensión y sabiduría! ¡Actuemos desde el conocimiento y el mundo será diferente!



Ejercicio práctico

A menudo nos encontraremos ante situaciones que dañan a alguien o a algo: violencia verbal, simbólica, física, laboral, ideológica, legal...  ¿qué hacer? ¿cómo actuar para que nuestra acción sea útil al mundo y nos sea útil a nosotros y nosotras en nuestro crecimiento interior?

En esos casos, os propongo un ejercicio muy sencillo en solamente cuatro pasos:

1.- Ponte en el lugar de la persona o personas que generan ese daño. Intenta comprender de qué forma justifican su acción. No digo que les des la razón, digo que intentes entenderlas. Nadie actúa sin creer que tiene un motivo. Intenta entenderlo.

2.- Observa el daño que hacen y la justificación que se dan a sí mismas. ¿Qué necesitarían comprender para superar esta situación? ¿Qué necesitarían comprender para dejar de hacer ese daño? ¿Cómo podrías ayudarles con la información adecuada para que entendieran?

3.- Procura poner a su alcance la información que necesitan para evolucionar y dejar de actuar así. Lamentablemente no puedes obligarles a integrarla y solamente puedes ponerla a su alcance. Podemos llevar un caballo hasta la fuente, pero no podemos obligarlo a beber. Aceptar la libertad de los demás, especialmente si están equivocados, es una muestra de nuestra evolución. Usar la violencia para "salvarlos" sería ser igual que ellos.

4.- Protégete del daño que puedan hacerte, pero sin violencia, deseo de venganza o agresión. No tienen la culpa de ser cocodrilos, pero tú tampoco tienes porqué sufrir por ello. No te enzarces en ninguna lucha con ellos. Deja que los cocodrilos se peleen con los cocodrilos. Has hecho lo que debías. Deja que ellos recojan los frutos de su propia violencia, así podrán aprender: quien siembra vientos, recoge tempestades. Protégete de ellos y sigue poniendo información y sabiduría a su alcance.

jueves, 24 de julio de 2014

Las dificultades me permiten autorrealizarme.















Bendice las dificultades. Sin ellas no podríamos actualizar nuestro potencial.

No digo que las busquemos innecesariamente, ¡ya hay bastantes en la vida para complicárnosla gratuitamente! Pero agradezcamos las dificultades de nuestra vida: ellas nos permiten aprender lo que todavía ignoramos.

Gracias a las dificultades traspasamos nuestra zona de confort y actualizamos nuestro potencial. Gracias a las dificultades llegamos a ser quien estamos llamados a ser. ¡Benditas sean!


Las dificultades son internas, no externas

En los artículos anteriores indicaba que lo que yo piense marcará mi vida: ante pensamientos de odio, mi vida se llenará de odio; ante pensamientos de comprensión, mi vida se llenará de ternura. Lo que pienso, marca lo que vivo. Por ello, decía, yo soy responsable de lo que siento, yo debo vigilar lo que pienso y hacerme responsable de ello. Afirmaba que no podía ceder este derecho al exterior.

Pero esta afirmación ¿no nos lleva al absurdo de negarnos el derecho a quejarnos y desesperarnos, por ejemplo, ante un accidente del que somos víctimas inocentes? Imaginemos que estamos cruzando una calle de cualquier ciudad mientras el semáforo está verde y, repentinamente, un vehículo que sale de la nada nos embiste y quedamos inválidos tras el accidente. ¿Acaso alguien puede negar que esa es una dificultad externa? ¿Acaso no podemos afirmar que es natural vivir una gran desesperanza y al dolor tras algo así? ¿Acaso no resulta evidente que hemos sido víctimas inocentes? ¿Y no tenemos, pues, el derecho a la queja, al dolor y la tristeza? ¿No contradice eso lo que hemos afirmado anteriormente en esta sección?

Os pido que reflexionemos sobre ello. No se puede negar que el accidente ha sido algo externo, una dificultad que no se me puede atribuir, algo inesperado. Tampoco voy a negar que lo habitual es desesperarse y entristecerse. Pero lo que sí voy a negar es que vivir en el dolor y la tristeza sea un derecho. Creo que estamos equivocados en eso. El derecho que tenemos es a vivir con plenitud, no a sufrir y desesperarnos. Puedo entender que el desespero nos habite, pero no creo razonable creer que ese es un derecho. ¡Al contrario! Nuestro derecho está en vivir con plenitud, al margen de lo que nos suceda.

La dificultad ha sido externa, eso es innegable. Pero el hecho que exista una gran cantidad de personas en sillas de ruedas viviendo una vida feliz, debe volver a situarnos ante una verdad evidente: lo fundamental no es si somos o no inocentes ante ese accidente, si el coche era rojo o verde, si tenemos o no razón... todo eso no importa una vez que el accidente ya ha sucedido. Lo único que importa es darnos cuenta que mientras internamente no hagamos las paces con este tema, quienes estaremos en guerra y sufriremos seremos nosotros.

Así pues, aunque las dificultades sean objetivamente externas, lo que importa es la respuesta interna que le damos. Eso es lo único sobre lo que podemos actuar y, por tanto, esa es nuestra responsabilidad. Si queremos ser felices, deberemos darnos cuenta que cualquier dificultad es básicamente interna, aunque su origen objetivo sea externo. Por lo tanto, la respuesta que demos dependerá de nosotros, no del exterior.

No importan las dificultades externas, sino las respuestas internas que ofrecemos.


Las dificultades señalan mis límites

Cuando nos encontramos postrados en una silla de ruedas y pensamos que nunca podremos volver a ser felices, estamos descubriendo un límite mental nuestro: creemos que felicidad y andar son sinónimos. Esto es falso y, como todas las ideas falsas, producirá sufrimiento.

Si, por ejemplo, nuestra pareja nos abandona y nos rompemos por dentro porque creemos que somos víctima de algo muy injusto, estaremos descubriendo un nuevo límite mental nuestro: creer que sin esa persona no podemos ser felices.

Todas las dificultades nos indican nuestros límites. Pero es liberador darse cuenta que hay personas que van en silla de ruedas.. ¡y son felices! Es liberador ver que hay gente que ni tan siquiera conoce a la persona que nos ha abandonado... ¡y son felices! Por lo tanto, el dolor no nace del hecho en sí, sino de nuestra incapacidad de vivir la nueva circunstancia.

Cuando seamos capaces de descubrir que podemos ser felices aunque no andemos, cuando seamos capaces de descubrir que podemos ser felices sin la persona que nos ha abandonado, habremos ampliado nuestros límites y estaremos más cerca de una verdadera comprensión de la vida, más cerca de la paz interna invulnerable.


Las dificultades son el pan nuestro de cada día 

Si hemos podido reconciliarnos con nuestra silla de ruedas o con el abandono que hemos sufrido, entenderemos que ahora somos más libre y más felices: nuestra felicidad no depende de poder o no andar,  nuestra felicidad no depende de la presencia o no de ciertas personas. Nuestros límites se han ampliado y nuestra vida se vuelve mucho más libre y feliz.

Es en ese momento cuando podemos descubrir que las dificultades siempre nos han ayudado, puesto que siempre han conducido a una ampliación de nuestros límites y, por lo tanto, a hacernos más libres, más felices. En ese momento podemos darme cuenta que las dificultades han enriquecido nuestro mundo y son la forma como tiene la vida para hacernos entender lo que nos cuesta comprender. En ese momento, nos podemos dar cuenta que las dificultades son la escuela de la vida: nuevas lecciones diarias para comprender lo que nos cuesta.

Y, claro, en ese momento entendemos la frase "danos el pan nuestro de cada día" y comprendemos que no se trata del pan físico, sino de bendecir las dificultades que nos hacen crecer. Bendecirlas porque nos abren los ojos ante temas desconocidos y, tras abrirlos, vemos nuevos horizontes... ¡y somos más libres!

Repito lo que he dicho al principio: no busquemos dificultades por ellas mismas, pero demos la bienvenida a las que aparezcan en nuestra vida. Las dificultades nos ayudan a descubrirnos, amplían nuestros límites y nos ayudan a autorrealizarnos. ¡Benditas sean!


Ejercicio práctico:

Cuando nos encontremos ante una dificultad importante en nuestra vida os sugiero que paréis un momento e intentéis responder a las siguientes preguntas:

1.- ¿Puedo evitar esta dificultad?  Si la respuesta es sí, entonces evítala. No estás obligado a vivir todas las dificultades, la vida ya te dará las tuyas. Si no puedes huir de la situación, entonces está claro que esa dificultad puede enseñarte algo, así que pasa a la siguiente pregunta.

2.- ¿Qué debo aprender de esta dificultad para que deje de dolerme? ¿Qué aprendizaje debo realizar? ¿Qué hecho me estoy negando a aceptar y dicha negación me produce dolor?  Cuando descubras esta respuesta, el dolor se transformará en paz y aceptación. Podrás actuar para cambiar la realidad, pero tu acción no estará motivada por el dolor sino por la comprensión.

3.- Bendice la dificultad que tuviste que enfrentar. Gracias a ella obtuviste más conocimiento, más paz, más comprensión. Bendice la dificultad.

4.- Finalmente, ante cada nuevo día ruega que te lleguen las dificultades que están previstas para ti. Son las lecciones que te conducen, directamente, a la libertad. Por lo tanto, pide con sinceridad que las dificultades lluevan sobre ti, igual que deseas que la lluvia caiga sobre la tierra sedienta. Gracias a ellas, florecerás.

viernes, 18 de julio de 2014

Yo soy responsable de mis pensamientos

No es verdad que Juan me ponga de los nervios. No es verdad que mi madre me ponga enfermo. Es falso que María me alegre las mañanas con su buen humor.

Cuando hago responsables a los demás de lo que pienso suceden dos cosas: me engaño y delego mi poder. Ambas cosas me generarán problemas y dolor en mi vida.  Si deseo ser feliz y libre debo ver la verdad y recuperar mi poder. Para hacerlo debo darme cuenta que solamente yo soy responsable de mis pensamientos, de mi interior. Nadie más. Solamente yo.


No es lo que siento, sino lo que pienso

Lo que yo vivo está marcado por lo que pienso y no por lo que siento. Aunque lo que nos desespere sean las emociones y el dolor psicológico que generan, debemos comprender que las emociones nacen siempre de un pensamiento previo.

Si creo que este papel que tengo entre las manos es un boleto premiado de la lotería, mis emociones se dispararán en consecuencia. Si, por el contrario, pienso que este papel que tengo entre mis manos es una multa de Hacienda, también mis emociones se dispararán de inmediato. Por lo tanto, las emociones son hijas de la interpretación que hagamos de la realidad. Lo importante, en consecuencia, no son las emociones en sí mismas, sino el pensamiento que las genera.


¿Es mi padre quien me pone de los nervios?

Existe la idea, socialmente potenciada, que los demás nos hacen felices o infelices. En general, solemos pensar que "si fulanito no hicera esto yo me sentiría mejor", que si "menganita no dijera esas cosas, yo no estaría de los nervios", que si "fulanita fuese distinta, otro gallo cantaría",  "si mi padre no me pusiera de los nervios", etc.

Solamente hace falta sentarse un rato en cualquier lugar y conversar con las personas que se nos acerquen para ver como lo habitual es echar las culpas de lo que sentimos a los demás. En nuestra forma de ver el mundo habitual creemos que son los demás quienes nos producen nuestro dolor, nuestro sufrimiento o nuestra alegría.

Naturalmente esto tiene tres consecuencias: dolor, sufrimiento e impotencia. Dolor y sufrimiento porque somos víctimas del entorno y, en tanto que víctimas indefensas, a menudo nos toca "morder el polvo" o pasar situaciones "inevitablemente dolorosas". Impotencia porque, si la situación no depende de nuestra acción, ¿cómo vamos a poder cambiarla?

Pero lo que socialmente se afirma no tiene porqué ser cierto. Es más, gran parte de lo que se afirma socialmente es falso. ¡No hace falta ser un lince para darse cuenta que nuestra sociedad deja bastante que desear! ¡Así que mejor no nos creamos todo lo que nos sugiere o acabaremos sufriendo como locos! Debemos aprender a ver lo socialmente erróneo para poder vivir sin dolor.

La próxima vez que pensemos en que alguien me hace sentir bien o mal, les ruego que recuerden este artículo. Recuerden que son nuestros pensamientos los que generan lo que sentimos. Así que no son los demás los que nos hacen sentir, sino nosotros al pensar tal como lo hacemos. Si no nos gusta lo que sentimos, ¡cambiemos nuestro interior!

Esto nos lleva directamente al núcleo del artículo de hoy: ¡Nuestro interior depende de nosotros y de nadie más!

Naturalmente que hay situaciones más fáciles y situaciones más difíciles, pero eso no quita lo que acabo de afirmar: la forma como usted viva la situación -al margen de que sea fácil o difícil- depende de usted. Para entrenarse, le sugiero que empiece a vivir situaciones fáciles ligeramente incómodas con conciencia para, cuando viva algo realmente difícil sepa enfrentarse a ello sin sufrimiento.

No les digo que crean lo que digo. ¡En absoluto! Les animo a verificar lo que les indico: cuando lo hayan comprobado ese conocimiento será evidente para ustedes y quedarán libres.

La próxima vez que piensen en frases como "mi padre me pone de los nervios", "esta niña puede tumbar al más pintado", "la culpa de lo que estoy viviendo la tiene fulanito", etc., les ruego que piensen en este artículo. Si fuera un poco más atrevido, hasta les sugeriría que se lo tatuasen  en su frente para recordar esta idea cada vez que se mirasen al espejo. No sufran, soy prudente y no les sugeriré que se  lo tatúen como ejercicio práctico... ¡Pero sí que recuerden este artículo cada vez que sufran y que apliquen el ejercicio que viene a continuación!


Ejercicio práctico 

Cuando el sufrimiento y el dolor les invada al echar la culpa a otras personas de lo que viven, recuerden este artículo y apliquen el antídoto siguiente en cuatro pasos:

Primer paso: Recuerden el ejemplo del boleto y la multa que les ponía unas líneas más arriba y recordarán que lo que hace sufrir no es lo que se vive, sino la forma como se interpreta. Dense cuenta que lo que a ustedes les hace sufrir, curiosamente no genera sufrimiento a otras personas que viven cosas parecidas. Deduzcan, por lo tanto, que no es el hecho lo que produce sufrimiento, sino su pensamiento al interpretar el hecho.

Segundo paso: Decidan qué prefieren, si sufrir o liberarse del sufrimiento. Si prefieren seguir sufriendo -algo totalmente lícito y más habitual de lo que se cree, puesto que el sufrimiento suele generar identidad y reforzar nuestro ego haciéndonos sentir importantes-, no hace falta que hagan nada más. Si, por el contrario, deciden no sufrir pasen al paso tercero.

Tercer paso: Dense cuenta que el sufrimiento y la impotencia los genera el pensamiento concreto que tiene. Les invito a investigar en qué punto es falso. Por ejemplo: "no es que fulanito me ponga de los nervios, sino que yo no acepto que las personas puedan ser egoistas/tontas/oloquesea y lo absurdo es negar su existencia. De hecho, al negar que los demás sean como son, el egoista y tonto soy yo, ¡menuda tontería y menuda muestra de egoismo negar a los demás el derecho a equivocarse!" A menudo, con esto es suficiente para que el dolor se reduzca, puesto que ver la verdad libera casi siempre del sufrimiento.

Cuarto paso: Si además añadimos algo parecido a: "Mi paz es demasiado importante para que XX y el pensamiento absurdo que tengo al respecto la haga desaparecer" el efecto todavía será más poderoso.

Recuerden: ¡Ustedes son responsables de lo que piensan! ¡No cedan ese poder!

jueves, 3 de julio de 2014

El tabú espiritual

Comentaba Vicente Merlo, escritor y filósofo reconocido, que en nuestra sociedad la espiritualidad es, hoy en día, un tabú social.

Afirmaba que en tanto la sexualidad ya se había ido normalizando socialmente, aunque pueda haber personas con dificultades de aceptación de la propia sexualidad, esto ya ha dejado de ser un tabú social (sólo hay que ver la gran cantidad de videoblogs, por ejemplo , donde la gente habla libremente sobre ella), todavía no hemos normalizado la espiritualidad.

Y esto realmente resulta extraño: ¿cómo puede ser que comentar una aventura sexual con alguien sea algo normal y, en cambio, hablar de la propia experiencia interna de plenitud, de los miedos que nos aíslan de sentirnos uno con los otros, de los caminos que seguimos para vivirnos conscienmente, etc sea mal visto y genere tensión en torno a una mesa?

La verdad es que no tengo respuesta. Y por eso escribo este artículo para preguntarte y para pedirte que dejes tu opinión y pistas para superarlo.

Pero tengo la impresión de que mientras no seamos capaces de situar el trabajo interior como un tema fundamental de nuestra sociedad, nos costará transformarla hacia un modelo más justo y consciente.

Tengo claro que, para vivir con plenitud, es necesario unificar el consciente y el inconsciente personal. De hecho, en mis cursos de Aula Interior, acompaño a las personas en este proceso. Pero me doy cuenta que también socialmente deberíamos superar el tabú a la espiritualidad, a las emociones, a la interioridad si queremos una sociedad más consciente y más justa. Estoy convencido de ello, pero dejo en el aire la pregunta a la espera de tus comentarios: ¿por qué crees que la espiritualidad es hoy un tema tabú? ¿cómo ayudar a normalizarlo?

Gracias por leer el artículo, gracias por compartirlo, gracias por comentarlo.